Lo que los padres pueden hacer cuando sus hijos adolescentes con TLP “explotan”.
En la adolescencia las rabietas pueden ser motivo de una grave alteración de la convivencia familiar.
En la adolescencia las rabietas pueden ser motivo de una grave alteración de la convivencia familiar.
Generalmente los padres se preocupan demasiado cuando un niño de dos años tiene una rabieta. A esa edad, los niños tienen un sentido de lo que quieren, pero no saben las palabras para solicitarlo.
Sin embargo, en la adolescencia, las rabietas, también llamados episodios de rabia, pueden ser motivo de una grave alteración de la convivencia familiar. Los episodios de rabia pueden aterrorizar a una familia y llevarlos hasta el punto de agotamiento extremo. Algunos adolescentes con TLP dicen que no recuerdan lo que sucedió durante el ataque de rabia pero se sienten extrañamente tranquilos después de los episodios. La familia, sin embargo, raramente siente una sensación de calma. Aunque muchas veces los adolescentes y padres dicen que la erupción surgió de la nada, los adolescentes a menudo reconocen que hubo un desarrollo gradual de la irritabilidad, y que cuando se activa por un conflicto interpersonal, tiene lugar una erupción de ira.
La irritabilidad sí puede desgastar a los padres hasta el punto que ceden a los caprichos de los hijos en lugar de enfrentar y lidiar con los arrebatos de ira. De esta manera los hijos aprenden que la rabia funciona para someter a los padres. Es la ira “aprendida” y no la irritabilidad en sí misma, a la que los padres se enfrentan.
En ciertos casos, los episodios de rabia se salen fuera de control y los adolescentes con TLP atacan a sus padres y familiares, maestros, compañeros e incluso a los policías. En otros casos, los adolescentes con TLP canalizan su ira violenta adoptando conductas autolesivas, causan destrozos a la propiedad de su familia o de terceros, lanzan amenazas de homicidio o se atrincheran en las habitaciones. Algunos adolescentes con TLP han descrito que sienten tanta furia que han saltado desde vehículos en movimiento o se paran a la mitad del tráfico. La experiencia clínica señala que estos eventos nunca fueron premeditados o planeados, sino que son más bien episodios repentinos y explosivos.
Cómo prevenir los ataques de ira antes de que sucedan.
El primer paso es la prevención. Saber reconocer los primeros signos de irritabilidad o conflicto potencial puede ayudar a los padres a intervenir en un punto donde la corteza pre-frontal sigue funcionando. La corteza pre-frontal es la parte del cerebro que permite a una persona evaluar las acciones frente a las consecuencias. Muchos estudios han demostrado que si el adolescente entra en una etapa de rabia, el cerebro entra en una forma más primitiva de funcionamiento. Esta es una respuesta de “pelea o huye”, donde una persona percibe una amenaza y debe entonces decidir si debe luchar contra la amenaza o huir de ella. Es de vital importancia para los adolescentes y sus padres aprender a reconocer claramente las señales tempranas de que las cosas no van bien.
El segundo paso es aprender las habilidades necesarias para mantener los pies en la tierra o mantener la calma antes de que aumente la irritabilidad. Algunas técnicas sencillas pero eficaces son respirar profundamente, contar hacia atrás, utilizar y ver imágenes agradables, escuchar música, o simplemente salir a trotar por el parque, son técnicas que cualquier persona puede utilizar para reducir el estrés.
Si los hijos entran en ataques de rabia, la regla más importante es que los padres deben asegurarse que los estallidos de furia nunca funcionen. Los adolescentes deben aprender que nunca conseguirán lo que quieren reaccionando con rabietas. No existe ninguna excepción a esta regla, no importa que tan violenta sea la reacción del temperamento. Si la seguridad de las personas se ve amenazada debido a actitudes autolesivas o de daños a otras personas, los padres deben llamar a la policía o a una emergencia médica, lo que sea apropiado.
Los padres nunca deben aceptar gritos, amenazas, lanzamiento de cosas, o incluso las agresiones violentas, no importa que tan angustiante o embarazoso sea en el momento. Esto evita la posibilidad de premiar y fomentar más reacciones de ira o enseñar a los hijos todo lo que ellos necesitan hacer para aumentar este tipo de comportamientos.
Sin embargo existe un importante corolario a la primera regla y es que si bien los adolescentes necesitan aprender que las rabietas no funcionan, hay comportamientos socialmente más apropiados que sí funcionan. Por ejemplo, con frecuencia los adolescentes con TLP suelen decir que hasta cierto punto tienen razón al hacer sus rabietas. Entonces se les puede preguntar: ¿Quieres tener la razón o deseas ser funcional? La mayoría de los adolescentes reconocen que prefieren ser eficaces para que sus necesidades sean cumplidas, lo cual es importante tanto para ellos como para sus familias.
Por último, si va a haber una consecuencia por un episodio de rabia, los padres deben ser calmados y realistas al decidir cuál va a ser ésta. En el calor de un argumento, un padre podría decir, “vas a estar castigado durante un mes”. Generalmente esta amenaza casi nunca es llevada a cabo porque el adolescente puede portarse bien en los primeros días y el padre no tiene los recursos emocionales para mantenerla. Las advertencias vacías enseñan a los hijos que las amenazas de los padres no tienen sustancia.
Es importante evitar el uso de la culpabilidad o manipulación como respuesta a un comportamiento no deseado del adolescente, como la ira, rabietas o autolesiones. Esto es en parte porque la manipulación es a menudo un comportamiento que un padre está tratando de terminar, y la culpa es una emoción que paraliza a un adolescente con TLP. Es común que los adolescentes con TLP experimenten una gran culpa porque sienten que no son lo suficientemente buenos, o sienten culpa por el daño que causan a otras personas debido a su “maldad”.
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