La Comunidad de Sin-Límite

 

Os dejo este testimonio donde mucha gente se verá reflejada en algo, muy interesante. Hay que agradecerle a toda la gente que trabaja de alguna forma para difundir y dar a conocer y ayudar a gente que padece el trastorno: Universotlp, soyborderline y demás colectivos que de una manera o de otra están trabajando en lo mismo.

 

Estoy internada en un hospital psiquiátrico. En la sección de “agudos”. No sabía que esto fuese un hospital. Tampoco me acuerdo de cómo llegué aquí (obvio los detalles del intento de suicidio).

Después, casi no me acuerdo de nada. Creo que estuve en otro hospital antes y luego me trajeron aquí. Esto es como en la película “Alguien voló sobre el nido del cuco”. Todo el mundo está loco. Somos unos veinte. Hay alcohólicos, drogadictos, depresivos... La "crème de la crème". Los baños no tienen espejos y las ventanas están cerradas con cadenas. Para que no nos tiremos. Todo el mundo se quiere ir a su casa. Me he pasado dos días golpeándome contra las paredes, mareada y vomitando. Los psicólogos me preguntaron qué pensaba que había hecho. Les dije que “una chapuza”. Tenía que haber (...), desconectado del todo. Ahora saldré de esta cárcel y todo seguirá igual”.

Si no hubiese escrito todo eso en mi diario esos días, hoy no lo recordaría. Las pastillas dejaron muchas lagunas en mi memoria. En el hospital me hicieron muchas pruebas y preguntas. Por primera vez en mi vida, sentí que alguien me escuchaba y se interesaba por todo lo que había pasado desde que nací, pero de verdad. Me ayudó muchísimo soltarlo todo.

 

El diagnóstico...



Después de muchas pruebas, me diagnosticaron Trastorno Límite de Personalidad. Sonaba espantoso. Otro nombre era “Trastorno borderline”. Eso era aún peor: de pequeñas, mi hermana y yo nos reíamos de un primo diciendo que era borderline. Pero ahora decían que yo lo era de verdad. Afortunadamente, en algún lugar había leído que “es más difícil liberarse de una etiqueta que de una enfermedad”. Y sobre todo, sobre todo, tuve mucha suerte con los médicos y las enfermeras.

No quería irme del hospital. Me daba miedo. Era un mundo muy raro, pero me sentía segura allí dentro. Allí tenía el valor de decir lo que pensaba de verdad, cómo me sentía. Ya no tenía nada que perder. Me di cuenta de que yo era como esos “locos” que vivían conmigo. Y poco a poco, ya no me molestaba. Supongo que lo fui asumiendo.

Un mes y medio después de mi ingreso, me dieron el alta. Por Navidad. Estaba aterrada. Me dieron pautas para relajarme: hacer yoga, leer en el parque, ir al cine, masajes,...Pero todo eso me costaba mucho. Nada de presiones, nada de excesos de trabajo (cuando pudiese reincorporarme), ni de conducir, ni hacer voluntariado. Desconectar el móvil. No convertir los placeres en obligaciones. No inscribirme en 1.000 cursos a la vez. No quedarme todo el día en la cama. Quedar con amigos. Era casi imposible, retos fuera de mi alcance. Y lo más importante: debía seguir una terapia. Eligieron la “cognitivo-conductista”, que me sonaba a chino, pero aseguraron que daría resultado más rápidamente que otras.

Empezó una nueva forma de vivir el día a día. Todo me costaba un mundo. Tenía crisis de pánico brutales, que me dejaban inmovilizada durante horas. He tardado tres años en ser capaz de volver a salir a la calle por las noches. En mezclarme con una multitud sin que me entre el pánico. En dejar conectado el teléfono en casa...al menos unas horas. En recuperar las relaciones con mi familia. En conservar un trabajo más de un año.

Después de varias crisis y de ir poco a poco descubriendo recursos a mi alrededor, creé lo que yo llamaba “mi triángulo de seguridad”, como los de los coches en caso de accidente. Eran la psicóloga, el centro de salud mental con psiquiatra, enfermeras, asistentes sociales,... Y el hospital, si las cosas se ponían muy feas.

También tuve que aprender a tomar y controlar la medicación. Al principio me la guardaban en el centro de salud y sólo me daban para unos días. Así evitábamos la tentación de sobredosis. Poco a poco, fuimos avanzando. Ahora, tres años después, puedo tener en casa medicación suficiente para un mes. Y la dosis ha ido bajando, siempre pautada por la psiquiatra.

 

Empezando la terapia... ¡Sí ayuda!


Mi primera entrevista con la psiquiatra fue un desastre. Casi nada más comenzar la sesión, me dijo que seguramente tendría que tomar medicación el resto de mi vida. Que era poco probable que llegase a superar el TPL. Me puse furiosa: “¡Apenas acaba de conocerme y ya cree sabe cómo va a ser el resto de mi vida! ¿Usted que sabe? ¡No me conoce de nada! ¡No la quiero como psiquiatra!”. Y me fui. Pedí un cambio, pero afortunadamente es una excelente profesional y, por suerte, especializada precisamente en TPL. Así que se disculpó y supo hacerme volver. Un día, hablando de mi intento de suicidio, me dijo una frase que no olvidaré y que me ayudó a afrontar las crisis que siguieron. Me dijo que, en realidad, yo no quería acabar con mi vida, sino con el sufrimiento. Y me di cuenta de que tenía razón. Y como parecía que el dolor podía tratarse, y tenía a tanta gente ayudándome y respondiendo cuando llegaban las crisis, pensé que merecía la pena intentarlo. Le estoy muy agradecida por eso, porque, aunque he luchado muchísimo y sigo haciéndolo, no creo que hubiese podido superar esto sola, ni con ayuda que no fuese profesional. A veces la familia no puede ayudar como les gustaría.

Busqué información sobre el TPL. Sólo encontré un libro de consulta para profesionales (ahora hay mucha más bibliografía, también para pacientes y familiares). Pero pude reconocer patrones que había seguido siempre y de los que no lograba desligarme, aunque me hiciesen sufrir mucho. Tanto como para matarme. Y supe también que otras personas pasaban por lo mismo que yo. Según los autores del libro, el TPL era “una desregulación de las emociones como resultado conjunto de cierta disposición biológica, cierto contexto ambiental y determinada transición entre estos dos factores durante el desarrollo”. Con tantas variables, tenía la esperanza de que, si trabajaba mucho al menos una de ellas, podría revertir el resultado final. No había mucho que hacer con la parte biológica, así que me centré en el “contexto ambiental”. O sea, en superar lo que hubiese en mis experiencias pasadas que estaba haciendo algo así como un “cortocircuito” en mis emociones. Para eso estaba la terapia. Me la tomé muy en serio, aunque a veces doliese mucho.

El texto también decía que, con TPL, “existen dificultades para regular varias, si no todas, las emociones”. Difícil, sí, pensé yo...¡pero no imposible! Un alivio.

La terapia me ayudaba. Al menos podía hablar y alguien me respondía. Ya había hecho muchas terapias antes, pero ninguna funcionó. La psicóloga también estaba especializada en TPL. Trabajamos juntas dos años. Luego, sentí que no avanzaba, y ella me dijo que ya no podía ayudarme más. Esa frase cayó como una piedra sobre mí, creí que volvían a abandonarme. Pero para entonces, aunque no me daba cuenta, yo ya podía recurrir a algunas herramientas propias, en las que habíamos estado trabajando, y con las que no contaba antes. Había aprendido a llamar a mi padre si sentía que venía una crisis. Él aprendió a ser muy paciente y a escuchar. Al principio, él me llamaba cada noche. Luego, poco a poco, empecé a ser capaz de llamarle cuando tenía una crisis. Saber que él estaría allí, que me escucharía sin juzgarme, sentir que le importaba a alguien, me ayudó muchísimo y en realidad cambió completamente la relación que habíamos tenido hasta entonces, muy distante y fría. Fue increíble descubrir que, a esas alturas, podía cambiar la forma en la que nos comunicábamos y nos relacionábamos. Las crisis se fueron espaciando en el tiempo y bajando de intensidad, despacito, y hace ya más de un año que no he vuelto a tener más. Ahora reconozco los síntomas cuando empiezo a ponerme nerviosa y los corto antes de perder el control (con respiración, golpeando la almohada, hablando con alguien de confianza, obligándome a descansar o a hacer algo relajante que me guste...).

Otras cosas que decía el libro y cómo las he ido afrontando:

- Muy alta sensibilidad a las emociones: mi madre solía decir que ni Freud sería capaz de seguir mis altibajos emocionales. Eso era verdad.

- Respuesta muy intensa a los estímulos emocionales: aprender respiración abdominal y la terapia me ayudaron mucho en ese punto (aún uso la respiración a menudo).

- Retorno lento a la calma emocional: dormir me ayuda. Antes, soñaba con poder apretar un botón y “desenchufarme” a voluntad porque no sabía como parar ese infierno.

- Inhibición de respuestas emocionales = sensación de vacío. Fortísima. Desoladora. Insoportable.

- Relaciones caóticas: esto, realmente, me definía. Mil parejas, ninguna estable, muchos amigos pero medio abandonados, rupturas radicales un buen día y para siempre...

- Conductas impulsivas extremas y problemáticas, intentos de herirse, mutilarse o matarse; actos parasuicidas (cortarse o arañarse las muñecas, sacarse costras para provocar sangrado, tomar medicación en exceso...): esto fue muy duro de aceptar (los intentos de herirme), porque era cierto, pero cuando lo hacía no me daba cuenta y jamás lo había hablado con nadie. Era como estar fuera de mí, como si lo hiciese otra persona, y lo olvidaba en cuanto paraba. En cuanto a las conductas impulsivas, ningún trabajo me duraba más de un año, siempre me iba tras una bronca monumental con el jefe en la que perdía por completo el control, siempre de un día a otro. También me mudaba de país como quien cambia de camisa, en arranques que me daban de pronto, con cualquier excusa. Lo metía todo en cajas y me iba. Al comprometerme con la terapia, tuve que “anclarme” durante el tiempo suficiente como para acostumbrarme a estar siempre en el mismo sitio.

- Incapacidad para pedir ayuda: este ha sido, sin duda, uno de los logros más importantes, que me salvó la vida en varias ocasiones y que, de hecho, hace que mis relaciones ahora sean mucho más satisfactorias; con familiares, amigos o pareja. Costó, pero valió la pena al 300%.

- Gran sensibilidad a las críticas: muy cierto también. Lo voy superando a base de escucharme bien por dentro, de hacer caso a lo que me pide mi interior (para cuidarme, no para destruirme) y así, he ido aprendiendo a conocerme de verdad, a saber qué me gusta y qué no, y a defender mi posición. Eso me hace sentir bien conmigo misma, porque me estoy cuidando, y me da fuerzas de cara a las críticas. Ahora sé que ni soy perfecta ni lo quiero ser, y que quien pretende serlo, normalmente sufre de una enorme falta de autoestima. Puedo escuchar críticas y considerarlas, pero en última instancia, soy bastante capaz de diferenciar entre una puntuación constructiva y un intento de boicotear mi seguridad en mí misma. Y como me ha costado tanto ganármela (y tengo que seguir haciéndolo todos los días, todos los minutos y segundos), no le permito a nadie que me machaque de forma gratuita.

- Impulsividad (problemas con el alcohol, con las drogas, la comida, las compras, el sexo, la conducción rápida, etc.): excepto en las drogas, estaba metida hasta las cejas en todo lo demás. Dejar de beber alcohol me costó muchísimo, hasta que un día me pasé con las copas, interactuaron con la medicación y tuve una crisis horrible que me llevó una semana de vuelta al hospital. Ahí lo dejé por completo. La psicóloga me pidió que me abstuviese de salir con hombres y del sexo hasta que estuviese más fuerte. Eso me enfureció, ¿quién se creía que era para decidir aspectos tan íntimos de mi vida? ¿A ella qué más le daba lo que yo hiciese?. Pero resultó ser muy buena idea, mi nivel de ansiedad bajó mucho a partir del momento e le que no tuve que preocuparme de si gustaba al hombre de turno o no.

- Disculparse todo el tiempo: bueno, ya no creo que deba disculparme por estar viva.


Hace año y medio que no tengo síntomas de TPL. Tengo 36 años y parece que en muchos casos, el TPL desaparece casi como vino, con la edad. ¡A la vejez, viruelas! No todo iba a ser canas y arrugas.

Espero ayudar a otros con esto. No pierdas la esperanza, pelea, pelea, pelea. Tendrás días horribles y, poco a poco, más días buenos. Cíñete a la medicación sin fisuras. Recurre a tus médicos o a urgencias cada vez que haga falta: no molestas, están ahí para eso.

 

 

 

GRACIASSSSSSSSSSS

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Respuestas a esta discusión

Muy fuerte pero muy cierto. Yo muchas veces intento meterme en la cabeza de mi hija, pero claro,impossible. Pero veo su sufrimiento, perdi muchas amistades porque querer defender a ella y sus actitudes pero me da igual porque para mi esmas importante ella que todo lo demas. Que tengo que frenarla, ser dura con ella, tb lo se , en muchas ocasiones. Yo creo en el caso de una madre que siendo cada caso individual llegamos a conocer y a tratar CASI a nuestro TLP, mejor a nuestro enfermo, hoy mismo se lo dije a su psiquitaria, y me dio la razon porque somos nosotros que vivimos los 24 horas con ella. que se nos deborda la situacion el algun ocasion, tb es cierto, pero despues a recuperar fuerzas para seguir luchando. Ese testimonio sobre todo su final me ha dado una esperanza, ojala desaparece a m hija de la manera que llego tan inesperada. se le veia venir, eso si, pero de repente ha sido como una montaña rusa,no para m no para nuncaaaaa. un sin vivir, sobre todo para ella , pero tambien para nosotros pero por la impotencia de no poder ayudar mas. gracias Laurilla con tu gran labor. ;)


Gracias a ti, Mircita, por apreciarlo... La verdad que es interesante disponer de información para poder contrastar y de tener un lugar de encuentro donde poder hablar de ciertas cosas con la libertad que se nos permite, dentro de las posibilidades de este medio, que para eso se creó. Los testimonios a mi me ayudan mucho a entender las cosas y además son la vivencia auténtica no vista desde una perspectiva teórica... Que está muy bien también tenerla (una perspectiva teórica) pero Igualmente, desde luego, leer a las personas afectadas. Y da gusto, por ejemplo, saber que hablar y encontrar un terapeuta les alivió. Yo me acuerdo que de joven no explicaba nada... ¡Cómo cambia la vida explicarse y sacar eso que se lleva dentro callado!

En fin, que por aquí seguimos, de momento, intentando luchar al máximo por apoyar en este trastorno, que  tiene muchas variables... y que si estos testimonios rebelan casos en los que han habido malos tratos y demás problemáticas, quedan muchos otros, con otras especificidades... Y queda por hablar de la SOCIEDAD DEL SIGLO XX y todos sus estupendos valores que de alguna forma han influido tambien en muchos jóvenes...

 

Con un saludo cordial. Gracias por leerlo todo.


Little, qué bueno leerte... :) Pues ya ves que hay cosas que se superan, que ella misma va diciendo... Así que se trata de ir haciendo. para mi, una de las cosas más importantes es ACEPTAR.

Un beso grande!

Claro que podras, claro que se puede, eso sí, con sudores y lagrimas para despues recoger los frutos. Te lo digo a tí y me lo repito a mí misma una y mil veces.

Animo pequeña, y como dice laurilla ACEPTAR para poder luchar.

little dijo:

Me he sentido muy muy edintificada aunque no habló de lo que pudo causarle el tlp, me he pasado todo el rato lloriqueando mientras lo leía. Ojalá yo también pudiera con esto.
Ya el heco que lo has leido Little es un gran paso y logico que has llorado, hasta yo, pero es una descarga llorar. Entra mas a menudo con nosotros . tu sabes que aqui te comprendemos y te apoyamos. Yo comenze ahora con terapia familiar, no con mi familia eh, sino en la assosacion hay una terapia cada 2 semanas de una terapeuta, pero sinceramente me ha venido de perlas. porque por mucho que uno cre que sabemos ya lo suficiente, ahi me he dado cuenta que falta muchooooo aun y sobre el saber tratar y que muchas veces no hay una respuesta. No es facil pero no me importa seguir luchando. Un besito para ti Little.

Estoy segura que para tí será una buena terapia escribir. Tambien creo que te expresas muy bien. Te sugiero, aunque ya lo habras pensado, que ilustres ese libro con tus dibujos, dicen mucho de como te sientes.

Y paciencia, hay escritores que tardan mucho en terminar un libro.

Como tu dices, de esta manera podras resolver tu ecuación, no te rindas.

Abrazos pequeña.

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