Marearse es cosa frecuente y probablemente nos ocurrirá a todos más de una vez a lo largo de nuestra vida. En la mayoría de las ocasiones se trata de episodios sin trascendencia que se presentan de forma aislada y se resuelven espontáneamente. Pero en otros casos, la sensación de mareo perdura, se repite y se acompaña de otros síntomas. Y acaba por preocuparnos tanto que acudimos al médico para que encuentre la causa de esta afección aparentemente banal, pero que altera nuestra vida cotidiana.
La primera dificultad surge cuando el afectado trata de describir la sensación de mareo, ya que puede ser muy variada. A veces es sencillo explicar los síntomas con precisión, ya que se trata de sensaciones vagas de desequilibrio, flojedad y malestar.
Pero en otras ocasiones resulta más complicado y se recurre a términos como aturdimiento, vacío en la cabeza, vértigo e inestabilidad. Tanto los síntomas de lo que denominamos mareo como las causas que lo originan conforman un laberinto que resulta muy complejo de desentrañar, de diagnosticar correctamente. Comencemos distinguiendo tres cuadros: el desvanecimiento, el vértigo y el mareo sin desvanecimiento ni vértigo.
El desvanecimiento o síncope, conocido también como desmayo, es muy frecuente y se debe a una alteración momentánea de la circulación sanguínea que acarrea una caída pasajera de la tensión arterial. La persona afectada empalidece, puede perder totalmente el conocimiento y la mayoría de las veces suda profusamente. A veces se produce de forma súbita y otras comienza con sensación de enturbiamiento de la visión, confusión¿ Las causas que lo motivan son muy variadas: emociones fuertes, situaciones de estrés agudo, visiones desagradables, incorporaciones bruscas, permanecer muchas horas de pie, al sol o en ambientes muy cargados y calurosos... Estos desvanecimientos son los más comunes, no entrañan gravedad alguna y tampoco requieren tratamiento médico. Para recuperarse es suficiente con tumbarse, levantar las piernas y agachar la cabeza entre las piernas durante unos minutos.
Pero si, debido al desvanecimiento, la persona afectada cae al suelo hay que comprobar que no se haya lastimado por el impacto y examinarla por si se ha producido contusiones, cortes, heridas u otras lesiones. No obstante, un síncope de estas características puede también ser manifestación de una alteración más seria, como una afección cardiaca. Arritmias, trastornos de la conducción y enfermedades valvulares son las más frecuentes. Por ello, considerando que un desmayo puede ser tanto un accidente sin importancia como el síntoma de un trastorno grave, y por muy trivial que parezca el episodio, requiere una revisión médica especialmente dirigida a descartar cualquier patología cardiaca.
Cuando los mareos se acompañan de sensación de movimiento y giro de lo que nos rodea, tenemos la impresión de que caemos o perdemos el equilibrio y además sentimos nauseas, ganas de vomitar y sudoración, nos hallamos probablemente ante un caso de vértigo, sensación desagradable que dura segundos, minutos u horas. Son muchas las causas que provocan estos vértigos: la más frecuente es el vértigo posicional paroxístico benigno, afección benigna pero molesta y que puede revestir cierta gravedad. Al mover la cabeza se desencadena una crisis de vértigo que se prolonga unos segundos o minutos. El vértigo se acompaña de una gran sensación de angustia y puede suponer la caída de la persona afectada. Las crisis se desencadenan con determinadas posturas de la cabeza. Hay un tratamiento farmacológico para este tipo de vértigo, pero la rehabilitación vestibular (ejercicios de movimientos de la cabeza para reeducar el órgano del equilibrio) es más eficaz que la medicación.
Las infecciones virales, muy frecuentes en invierno, pueden afectar al oído o al nervio vestibular y originar también vértigos que se asocian a la enfermedad respiratoria. Son pasajeros, de carácter benigno y ceden bien ante el tratamiento médico. En personas adultas y mayores una causa de vértigo es el Síndrome Meniére, afección caracterizada por una pérdida de audición (hipoacusia), ruidos en los oídos (acúfenos) y crisis vertiginosas. Asimismo, los individuos de edad muy avanzada que han sufrido un accidente cerebrovascular (trombosis, isquemia, embolia) pueden sufrir vértigos.
Tenemos hoy a nuestra disposición todo un arsenal terapéutico para el tratamiento del vértigo, pero no siempre se puede erradicar su aparición. Cuando sobreviene un episodio de vértigo, el afectado debe someterse a una exploración neurológica y otorrinolaringológica como primer paso para establecer el diagnóstico de la causa del vértigo y dar con el tratamiento adecuado.
El mareo sin síncope ni vértigo casi nunca reviste severidad pero dar con su causa es realmente difícil. La experiencia médica revela que el afectado por estos mareos refiere normalmente tener la cabeza "como hueca", la vista nublada y padecer la sensación de que va a caerse o perder el conocimiento, a pesar de que nunca llegue a producirse esta última circunstancia. Las exploraciones que se realizan al paciente deparan datos normales y los síntomas se achacan a la tensión baja, anemia, hipoglucemia o tensión arterial elevada pero rara vez están relacionados con estos problemas.
La sensación de mareo sin síncope ni vértigo es frecuente en personas ansiosas, estresadas o con cuadros depresivos leves o subclínicos (que apenas se manifiestan) y puede reflejar un trastorno de somatización (una expresión física) de problemas psicológicos. Otras veces puede darse en personas que sufren migraña, agotamiento, estrés laboral, insomnio¿ o (muy común), problemas con la vista. La hiperventilación, que padecen quienes respiran con una frecuencia respiratoria excesiva y movilizan más aire del habitual en sus respiraciones, es asimismo causa frecuente de esta sensación de mareo. Lo normal es respirar unas 15 veces por minuto y la cantidad de aire que se mueve en cada respiración es de unos 0,5 litros.
El ser humano se relaciona con su entorno a través de los sentidos, y el equilibrio es la resultante del correcto funcionamiento de los circuitos biocibernéticos cerebrales que reciben información de los órganos de los sentidos como la vista, el oído, la nariz y de toda una red de receptores situados por todo el cuerpo. Una persona con mareos persistentes debe ser cuidadosamente estudiada por el médico hasta aclarar la causa de esos mareos.
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