Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de crema. Inmediatamente sintieron que se hundían. Al principio, las dos patalearon en la crema para llegar al borde del recipiente pero era inútil. Una de ellas pensó: "No puedo más. Es imposible salir de aquí. Ya que voy a morir, no veo para qué prolongar este dolor. ¿Qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril?". Dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez. La otra rana se dijo: "Nada se puede hacer para avanzar. Sin embargo, ya que la muerte me llega, prefiero luchar hasta mi último aliento". Y siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar. De pronto, de tanto patalear, la crema se transformó en manteca. La rana dio un salto y llegó hasta el borde del pote. Y alegremente regresó a su casa.
La resiliencia es el arte de navegar en los torrentes, dice Boris Cyrulnik en "Los patitos feos" (Gedisa). O en la crema, dicen las ranas.
La resiliencia es el arte de metamorfosear el dolor para dotarle de sentido; es la capacidad de ser feliz incluso cuando tienes heridas en el alma. Esto, y mucho más, nos lo cuenta Cyrulnik en esta entrevista.
Una infancia desgraciada sólo supone lo que yo llamo "empezar mal en la vida". Si esta persona se queda sola es bastante probable que tenga una vida desgraciada, pero si, con el paso del tiempo, se ve rodeada de afecto, puede tener una vida feliz. El afecto ayuda entre un 70 y un 80% a la resiliencia, a superar las dificultades y resituarse en el mundo de una manera más sana y segura.
Este sería el caso de "empezar bien en la vida", pero tampoco es una garantía de que el resto de tu vida vaya a ir bien. Una criatura puede sentirse muy feliz sintiéndose amada en su infancia y acabar en una especie de cárcel afectiva, especialmente cuando el amor sólo le llega de una persona, y al final se convierte en una dependencia que le ahoga y le impide madurar. Hay que intentar siempre contar con una constelación afectiva, con diferentes personas y estilos afectivos. Esto sí que es un factor de protección. De forma que, por ejemplo, cuando la madre está mal (o se producen conflictos naturales e inevitables con ella), pueda acudir a otra persona. Una infancia feliz pero en la que sólo has contado con una persona para cuidarte y amarte, acaba siendo un factor de riesgo.
En una dependencia emocional que, a la larga, causará problemas. Por ejemplo, si un bebé sólo cuenta con su madre, puede ser muy feliz en su infancia, con todas sus necesidades emocionales cubiertas, pero puede ocurrir que los problemas sobrevengan en la adolescencia, cuando tenga que empezar a alejarse de ella para vivir su propia aventura social y sexual. Entonces sólo podrá dejar de depender a través del odio.
Buscar un apoyo familiar o de amistades adultas con las que el niño o la niña pueda contar; establecer lazos con la escuela, con el barrio, con el entorno. Por ejemplo, buscando la complicidad de tutores, maestras, etc. Potenciar en la medida de lo posible que el niño o la niña pueda contar con diferentes estilos afectivos, modelos y referentes adultos.
El hecho de que sean diferentes estilos de amar te ayuda a no identificar el amor, la indiferencia o el odio con una forma específica de comportamiento. Te abre la mente y, al mismo tiempo, te permite desarrollar diferentes facetas de tu personalidad.
Aunque se haya tenido una infancia feliz en el más amplio sentido de la palabra: has vivido en un entorno de amor, sin enfermedades ni problemas graves, en un buen barrio, con una buena cultura. Todo esto no quiere decir que estés protegido para toda la vida si no cuentas con recursos internos y externos.
Recursos internos como la habilidad para establecer relaciones sociales, verbales, de afecto, etc. Con los recursos externos me refiero a los tutores de resiliencia, como la madre o el padre, el instituto, etc. Todos estos recursos externos funcionan mejor cuando se funciona en equipo; por el contrario, pierden su eficacia cuando se desacreditan unos a otros.
Por definición, la resiliencia consiste en la habilidad para tener un momento de felicidad incluso cuando tienes una herida en el alma. La magnitud de esa herida es lo de menos: hay personas que se sienten destrozadas por la muerte de un gato y otras que pasan pruebas muy duras con éxito y sin problemas aparentes. En cualquier caso, lo importante es poder atribuirle siempre un significado al trauma o al fracaso o a la situación indesead, sea la que sea.
Que no ha habido resiliencia. Si no encuentras un sentido a lo ocurrido (al dolor) y lo transformas, aún estarás atrapado en la herida. Si no hay sentido no hay resiliencia, hay confusión.
Nadie vive solo y es difícil que alguien pueda curarse solo. Todos dependemos de nuestro entorno. Cuando una persona está herida o se siente infeliz, necesita metamorfosear, transformar su dolor. Por ejemplo, el niño herido que se vuelve altruista, empático y generoso, y esto ocurre a menudo. Comprende el dolor mejor que nadie porque ha pasado por él. O el hijo sin padre que acaba siendo un padre magnífico. O la hija de padre ausente que aprende que ésa es el tipo de pareja que no desea a su lado, y acaba encontrando el compañero con el que compartir la maternidad, etc. Esto es resiliencia.
Cuando no se metamorfosea el dolor ni se le encuentra significado y se limita a repetir pautas: el hijo de maltratador que maltrata a su pareja, o la hija que encuentra siempre una pareja que la maltrate. Cuando se dedican a repetir pautas, sin superarlas.
En primer lugar, es preciso encontrar a alguien que te transmita seguridad afectiva, ya sea profesional o no. Pero no siempre aparecen en nuestro camino personas amorosas y altruistas que se empeñen en ayudarnos, a pesar de las resistencias y dificultades que puedan haber; por eso es tan importante la labor de los profesionales, que en las escuelas, el barrio, los servicios sociales, etc., haya profesionales preparados para ayudar con amor e implicación personal.
Hay que encontrarle un sentido a aquello por lo que has pasado, como te decía antes. Siempre. No me refiero a justificar lo que te ha pasado, sino a darle un sentido para el futuro. Y no se trata de que las cosas, los acontecimientos, tengan sentido en sí mismos, sino que tú se lo des, que les otorgues un significado en tu vida. Ésta es una de las funciones más importantes de los profesionales, entre otras cosas: ayudarte a encontrárselo.
Un medio muy eficaz es la escritura. A menudo, las personas heridas escriben espontáneamente; lo ven como una manera de expresar sus emociones, controlarlas, narrar su vida y representarla. Muchas veces, la manera en que narramos nuestra historia nos puede ayudar a curar las heridas, aunque también a crearlas. Por eso es importante utilizar la escritura de una manera que te ayude a resignificar tu dolor.
Una chica me contó que el médico le dijo que tenía un cáncer avanzado y se puso a escribir esa misma noche sin saber por qué. Escribiendo, se dio cuenta de que se sentía despersonalizada, con su vida en las manos del médico que era quien decidía si se operaba o no, el tratamiento a seguir, etc. Escribiendo, tomaba posesión de su personalidad y de su historia y podía metamorfosear el dolor para hacer algo con él.
De hecho, muchos libros se han escrito a partir de un trauma personal.
Sí, algunos de ellos se han convertido en clásicos o están en la sección de bestsellers de ficción o autoayuda. Y muchos otros que no llegan a las estanterías. En Ruanda, vi a un hombre que le dictaba a otro su historia y sus sentimientos, para que se lo escribiera, porque él no sabía escribir. Le pregunté qué hacía y me dijo que estaba guardando su historia para sus hijos, para que no se pierda. Y es que a veces la historia oficial te roba tu propia historia, y eso hace que sea más difícil dotar de significado a tu experiencia y tu sufrimiento.
El amor como "estar", el amor que te acompaña. El amor construye unos lazos que nos fortalecen, te hace sentirte en terreno seguro. Si hay una persona a tu lado que es una base de seguridad, es un tutor de resiliencia.
Sí, también puede ser un factor de riesgo si se aprovecha de mi debilidad para dominarme. Pero eso ya no es amor. Y sin embargo, ocurre muy a menudo. El problema es que no nos damos cuenta hasta 30 o 40 años después, de esa manipulación y dominio, que durante toda tu vida la has estado permitiendo como parte de ese supuesto amor. Y cuando alguien que lo ve con claridad desde fuera viene a avisarte, encima nos enfadamos con esa persona. Pero eso no tiene nada que ver con el amor, repito.
Hay diferentes tipos de pareja, pero podemos resumirlas en tres: la pareja en la que ambos se refuerzan mutuamente; aquélla en la que uno daña al otro, y la que ambos miembros se hacen daño mutuamente. Cuando, en una pareja, las dos personas se refuerzan mutuamente, obviamente dura más, tienen mejor calidad de vida, como pareja y por separado, disfrutan de mejor salud y estado emocional, mejor humor y un sistema inmunológico que les protege de enfermedades. Es la única forma de pareja que merece reafirmarse. Las otras, hay que intentar transformarlas de alguna manera, metamorfosear las viejas actitudes y buscar un significado que establezca las bases de una relación más sana en el futuro. Si no es posible, vale más abandonar la relación.
Es difícil, sí. Para salir se necesita a otra persona, no necesariamente otra pareja, que te dé seguridad. Pero cuidado, porque si no has sanado tus heridas, si no les has encontrado significado, podrías dedicarte a repetir pautas el resto de tu vida. Porque no ha habido resiliencia.
El concepto de resiliencia -la capacidad para resistir las adversidades- no es nuevo. Pero no fue hasta hace treinta años cuando se comprobó que algunos niños que habían crecido con padres alcohólicos no siempre padecían carencias psicosociales o biológicas y que podían alcanzar una calidad de vida adecuada pese a haber sufrido mucho durante la fase de desarrollo.
Factores que promueven la resiliencia.
Internos:
Externos:
(El amor que nos cura. B. Cyrulnik)
Boris Cyrulnik es neurólogo, psiquiatra y psicoanalista. Experto en la resiliencia a partir de su propia biografía, tras haber pasado parte de su infancia en un campo de concentración, donde perdió a su familia. El resto de su infancia lo pasó con familias de acogida. Empezó a ir a la escuela a los 11 años y acabó convirtiéndose en uno de los fundadores de la etología humana y uno de los principales teóricos y divulgadores de la resiliencia, que está revolucionando el campo de la psicología contemporánea.
Autobiografía de un espantapájaros.
Testimonios de resiliencia: el retorno a la vida.
Gedisa Editorial.
El amor que nos cura.
Gedisa Editorial.
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Yo no paro con libros ultimamente. Visito muchos puntos de intercambios de libros. Este me llego por una de esas graciosas vías.... El caso es que escribe muy claro y me parece que con razón. va bien recordar lo que dice, Un beso cat!
Que bueno Lauri, muy bueno lo leere con detenimiento, debo tomar en cuenta lo que señala! gracias!
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