La lista es larga: los colectivos que más sufren de estrés son los que están sometidos al contacto con el público o con los clientes; tanto altos directivos como cargos intermedios pueden padecerlo, pero no se salvan tampoco las personas que realizan tareas repetitivas. O las que se sienten infravaloradas. Por géneros, las mujeres son más propensas debido a la suma de cargas laborales y familiares. Parece como si cualquier profesional estuviera en el punto de mira del estrés. En realidad, este fenómeno es el resultado de una difícil ecuación entre las aptitudes de la persona, su adecuación al puesto de trabajo y la organización de la empresa.
Las causas Tan diversas como a priori se podría suponer. Existen una serie de factores que empujan a la aparición de la ansiedad, que mal controlada desembocará en estrés. Sobrecarga de trabajo: su volumen o dificultad está por encima de la capacidad del empleado. Monotonía: el trabajador se siente poco motivado y, en muchos casos, considera que no está sacando partido a sus habilidades y capacidad profesional. Falta de comunicación: la empresa no informa claramente al trabajador sobre su función y éste se siente perdido al no saber cuál es su rol ni lo que se espera de él. Relaciones personales: estar enfadado con los compañeros de trabajo o no tener buena sintonía con los superiores provoca soledad y ausencia de apoyo social.
Incapacidad: errores durante la selección o promoción de personal cargan de responsabilidades a un empleado que no tiene la suficiente preparación para desarrollar sus nuevas responsabilidades.
Problemas personales Hay otros elementos ambientales que pueden desestabilizar nuestro equilibrio emocional. Una iluminación insuficiente, temperatura inadecuada, exceso de ruidos o los horarios nocturnos no ayudan precisamente a lidiar con la jornada laboral. La valoración de lo que es o no es estrés cambiará para cada persona. La capacidad y experiencia proporciona a cada uno herramientas para gestionar la tensión.
La personalidad tipo A Uno de los grandes mitos del estrés es que sólo afecta a ejecutivos. Pese a no ser cierto, muchos estudios se han centrado en estos líderes hasta encontrar similitudes en su comportamiento. Así se llega a la llamada ‘Personalidad tipo A’. Se manifiesta en un interés desmesurado por la perfección y una implicación muy profunda con su profesión. Estos directivos son activos, enérgicos, competitivos, ambiciosos, impacientes y no saben delegar en sus colaboradores. Los que responden a este perfil son más sensibles al estrés, al igual que lo son las personas ansiosas, introvertidas o inflexibles. Las primeras viven en un nerviosismo constante; los tímidos no tienen mecanismos para descargar la ansiedad y los que no se adaptan al cambio viven momentos difíciles ante cualquier imprevisto. Estos rasgos de personalidad no originan por sí solos el estrés, pero dificultan que se pueda reaccionar cuando aparece el problema.
Profesiones de riesgo Cualquier empresa con una mala organización interna o una comunicación insuficiente genera mucha inestabilidad y ansiedad en los trabajadores. Aun así, algunas profesiones son por sí mismas más exigentes a nivel emocional o psicológico: Métodos paliativos desde la oficina Exteriorizar las emociones: comentar con los compañeros de trabajo, amigos o familiares las preocupaciones y los sentimientos que nos angustian. Está demostrado que quienes comparten sus emociones liberan mucha tensión. Y los que ríen, también. Descansar: las personas mantenemos un nivel de atención máximo durante 20 minutos. Superado este umbral, la atención se mantiene una hora más. Para evitar la fatiga mental lo mejor es cambiar la tarea que se está realizando cada hora y media, o tomarse un breve descanso de cinco minutos realizando tareas menores. Autorreflexión: es muy importante conocerse a uno mismo y detectar los elementos que causan estrés para evitarlos. La experiencia, la formación y la personalidad de cada uno contienen herramientas para atajar la tensión. Eliminar tareas innecesarias: saber gestionar el tiempo y planificar la jornada. Moverse y caminar para evitar la rigidez muscular.
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