Tu ser me volvió agria
vacía y estéril
como la semilla que se plantó en el desierto
y nunca floreció.
Tú mataste todo lo fecundo que había en mí, inmaculado,
inocente, casta y nívea.
Tu fuente de iniquidad roció de sal
mi blanca isla
y con ello se marchitó la flor de mi jardín.
Ahora vago por el desierto de mi desdicha
por la ruina de un mal amor
que pagó con traición este noble sentimiento
que guardaba en el baúl de mis entrañas.
Ya no te quiero tinta,
ya no te quiero negro
solo quiero un amor que destile
su blanca savia
y bebida por mi toda
embriagada de inmaculada membresía.
Original: Gina Noziglia.
Septiembre 1 de 2011.
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