Algunos se van de disco, yo chateo de vez en cuando en otra cuenta con mi nombre de guerra o mejor dicho, con un nombre tan impersonal como el de aquel/la chic@ que de hablar poco pero te seduce a distancia con su forma de bailar. Aquí es igual pero al revés, la protagonista de la noche es la palabra y tiene su gracia por que uno puede inventarse el personaje pero no el léxico.
A mi me entretiene y si bien el lenguaje corporal nos proporciona datos irrevocables también están aquellos que al acercarse pierden la magia al tener una voz de pito, mal aliento o mucho menos que dos dedos de frente, así que jugar con la palabra no me parece menos provechoso que pasarse la noche de miraditas al son de chumba-chumba a un volumen que supera mi aguante.
Yo, siguiendo mi camino a la inversa frente a una necesidad lógica después de meses de celibato bailo una vez mas mi propia música. Y como soy muy tiquismiquis, no me apresuro en la elección. Hablo con mucha gente y voy filtrando a la velocidad de la luz… aquí no basta con tener la cara bonita pues vete a saber la foto de quien es jajajaja. Aquí la palabra tiene que ser hábil, la entrada suave y la charla tiene que venir cargada de buenos argumentos con algo de picardía que no es lo mismo que sinvergüenza.
La cuestión es que uno supero con creces la primer etapa y sin que yo sepa bien como, logro arrancarme un si sin ningún pero como freno de emergencia. Teóricamente mañana nos encontramos para cenar en un japonés y yo me debato entre mi falta de impulsos y una razón que teme repetirse y cagarla otra vez.
Una y mil veces me repito que solo es una cena, otras cuantas que no hay nada que temer y un sin fin de veces que el secreto esta en dejar que las cosas fluyan.
Igual tiemblo…
Y en este estado de globo que se eleva lo que la cuerda atada a un dedo le permite, les dejo mis besos desde mi alma que al parecer ya no pierde la calma.
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