Como si de golpe volviera a ser princesa, pero no una cualquiera, si no como aquella del cuento que sobre diez colchones duerme inquieta por la presencia de un pequeño guisante…
Son como diminutos pimpollos que brotan y casi no se ven pero el aroma me llega.
Como las líneas de un electrocardiograma de alguien que ya se creía muerto y sin embargo reacciona y sus latidos son débiles pero cada vez más frecuentes.
A pesar de tener las emociones adormecidas para salvaguardarme de mi misma para que la quietud me procure el tiempo y el espacio en el cual poder organizar mis sentimientos…
¡SIENTO!
Percibo mi plexo expandirse tímidamente al escuchar una canción, estremecer ligeramente mi cuerpo al leer un post, humedecer mis ojos sin tristeza ante la respuesta a una hipotética pregunta que se que ya no llegara, la sonrisa en mis labios al darme cuenta que llevo mas de una hora jugando a las cartas con mi peque y me divierte, la alegría descarada de los sutiles mensajes en imágenes con música que van y vienen con una nueva presencia en mi existencia o simplemente la calidez de la briza que entra por mi ventana
… al fin siento.
Comienzo con parsimonia a percibir la emoción de las pequeñas cosas como si fueran minúsculas colinas y valles en la llanura en que se habían convertido mis días.
Y con ello aparece también una nueva sensación de recelo que me concientiza de que pataleo por pura costumbre mas que por sus efectos porque la realidad me demuestra que estoy aferrada con uñas y dientes a esta estabilidad que si bien me aburre, me cobija.
Experimentando y tanteando mis limites se queda mi alma, la cual como siempre les deja sus besos impresos en letras y ganas.
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