Cuando las inquietudes, el malestar, la angustia o el dolor me visitan, escribo. Empiezo a vomitar todo aquello que me persigue y que no me permite alcanzar la paz. Sin ningún temor lo podría definir como una especie de "exorcismo literario" que expulsa a los demonios que se regodean en las miserias humanas como ahora las mías.
Enciendo el último cigarro. pongo la luz al mínimo y dejo sonar las notas del piano de Chopin. Y de repente en medio de la oscuridad llega la calma, parecida a la que acontece después de una tormenta. Y las estrellas brillan indicando el sendero.
Reconozco que no soy perfecto, que a lo largo de los días tropiezo muchísimas veces pero me queda el consuelo de saberme capaz de levantarme. "Para ir a donde no se sabe se va por donde no se sabe" decía Juan de la Cruz. Y así es.
Los caminos no son siempre como me gustarían, ni son anchos ni llanos, sin piedras capaces de tumbarte, pero esa es la realidad, todo lo demás son ilusiones, huidas repentinas hacia ninguna parte, oscuridad amarga y desesperación.
El camino no es fácil, lo sé, lo vivo, lo pateo a diario. Se oscurecen los cielos y no puedo mirar con claridad. Y también sé que en ese deambular provoco daño, a mí el primero, pero también a la gente cercana, amable, amiga. Mis lágrimas ya no son mi refugio porque las acompañan otras vertidas en cuerpos ajenos.Y al mismo tiempo, a pesar de lo antagonista del hecho, la soledad se diluye y aparecen presencias acogedoras, cálidas y cercanas con palabras de aliento y de amor infinito.
Hoy quiero agradecer la compañía que de forma gratuita aparece a diario. Agradecer a amigas, a amigos, que recorren conmigo lo escabroso del alma. Quiero gritar las gracias a tanta gente amable que me regala tiempo, palabras de consuelo y esperanza cuando yo no las veo.
Quizás todo es sencillo cuando yo no complico las cosas. No es un "quizás", es cierto. No me puedo quedar con quejas asquerosas nacidas de un victimismo estéril que me ronda a menudo. Esto sería una estupenda definición de la muerte, aquella que te llega a pesar de estar vivo y que es la antesala de la definitiva que no tiene retorno.
Hoy quiero perdonarme, darme diez mil abrazos y un puñado de besos. Reconocer lo necio de algunos de mis actos y empuñar, sí, de nuevo, la armadura invencible para seguir mirando el horizonte, rojo de amor y sangre, punto inflexible de luz y de sentido exacto. Sin castigarme nada, sin reprochar los hechos, sin exigirme más que lo que sé y puedo, de mendigar favores para no recibir nada.
Hoy quiero levantarme de nuevo, con la mirada limpia, con la cabeza alta, con los ojos mirando a los ojos cercanos e ir viviendo de nuevo, paso a paso, minuto a minuto continuar andando.. Sólo por hoy. Y basta. Pedir más a quien sea, sería un sacrilegio.
Empezamos de nuevo un rumbo a no sé dónde, apoyando las manos en el suelo del golpe para doblar los codos, las rodillas y ponerme de pie, sereno y digno sin nada más. Hoy ha sido bastante..
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