SALVAD, SALVADME

Ir caminando hacia casa por haber agotado los sitios a dónde ir una noche de martes, con los brazos llenos de mordiscos autoinflingidos, de miles de reflexiones aparecidas a lo largo del pasar los minutos y las horas en que intenté ser como "uno más", sin pertenecer a la especie elegida para llorar por el mínimo dolor, por la mínima culpa exigida a un mundo sin más salida que la huida adelante, como la personalmente aprendida por los seculares vicios adquiridos a base de malas prácticas nunca solicitadas, en cándidas tardes infantiles donde sólo la inocencia tuvo que ser la protagonista principal sin ser robada, para evitar crueles desenlaces como el que nos entretiene. A veces las lágrimas caen con nombres de asesinos marcadas de antemano sin poder sostenerlas, sin saberlas ajenas.

Llega un momento que no sé ni donde estoy. Sólo el dolor, las marcas dejadas en los brazos me dejan aterrizar en este asqueroso espacio de tiempo donde me relaciono con lo medio real que me infunde conectar con todo aquello que me aterra y al mismo tiempo me arrastra por lo nunca deseado, nunca amado, nunca querido. Así es. Así será.

Llegas, pones música, el cerebro sigue con su frenético ritmo algorítmico sin saber apenas que es lo cuántico todo lo que te salvó, lo que evitó que un segundo cruel pasara por un momento no decidido y jamás consentido y lograra conseguir aquello nunca esperado; quizás será el verano en primavera. O el invierno acosando en otoño sin armas que defiendan los trémulos capullos en invierno. Salvadme de mí mismo, por favor. Yo todavía no he aprendido.....