Esa mañana al despertar mi mente había cambiado y podía ver con nitidez la realidad, el dolor no era eso hoy, esa mañana se había convertido en asumir que nada me ataba a nada. Ni siquiera podía sentir ese fino hilo que me ataba a la vida. La vida nunca tuvo mucho sentido, siempre lo cobraba cuando alguien parecía acercarse.
Ahora era capaz de reconocer en mi la incapacidad emocional a casi todos los niveles, solo soy una sombra de algo a lo que llamaban humano a veces. Me di cuenta de que lo que creía llamar sensibilidad solo era otro intento de parecer humana, pero era odio. Dicen que no se puede odiar sin haber amado, yo estoy segura de que nunca ame ni sentí el amor, pero se bien lo que es el odio hacia uno mismo vomitado al mundo.
Una mente, rota o no, que no funciona como quiero, que no funciona como debe… y el mudo me ayuda a que se me caigan todas las falsas esperanzas que tardo meses en crearme. No deseo expectativas mas allá de la muerte… no creo que este sea ya mi lugar. La idea de romper con todo esa mañana era factible, ya no hay nada que me retenga desde hace meses. Y lo que me retenía era una cárcel a la que quise llamar amor… una cárcel en la que era presa y carcelera a la vez. Pero ya me libere de eso, y creo que para sanar aun me tengo que liberar de todo lo que huele a pasado. Ya no es bastante para mi sentir que he despertado lejos, mas lejos de lo que nunca imagine estar y aun sigue siendo cerca.
Supongo que romper con una vida es romper con el mundo entero, morir de verdad para renacer en un lugar nuevo. Un lugar donde nadie sabe quién eres, donde nadie sabe de dónde vienes, donde nadie ha sido aun participe de tu dolor transformado en locura.
Vivir de la nada, como si volviera al origen de la humanidad. Pero me falta algo, esa parte social que nos caracteriza como especie se rompió en mí… o quizás nunca llego a desarrollarse.
Y esa mañana veía como ya nada me ata, nada me alegra, nada me sirve… nada me pertenece y yo solo pertenezco a la nada. Y me agradaba sentir que no existía, que no era nadie, que nadie me echaba de menos, y aunque lo hiciera ese sentimiento no lograba tocarme.
Porque era cada vez más consciente que esos momentos a los que había llamado feliz no eran más que pausas entre vacios y locuras, entre miedos y odios… entre golpes y llantos…
Y era capaz de ver exactamente la línea que separa al TLP de los “normales”, una línea que se transforma en sonrisa sincera y que creo que hace mucho que perdí, que no veo en mis fotos ni en mi reflejo. Nada me ata a esto, solo el dolor que ya no podía seguir soportando tras tres días despertando con el peor dolor de cabeza del mundo. Es como si mi cerebro suplicara que parase de forzarlo para parecer normal, para parecer lo que no era… mi cerebro se revelaba reventando cada parte de mi cuerpo.
Y hoy me he dado cuenta de cuánto tiempo llevo a la deriva, dejándome llevar por una u otra emoción que impregna el momento hasta hacerla eterna en mi mente… hasta que el resto la ha olvidado pero aun quema en mi pecho. Limites, no existen los límites cuando no sabes a donde te diriges. Al despertar me he dado cuenta de que nunca sigo una terapia por largo tiempo porque son constantes subidas y bajadas casi más intensas que cuando no estás en ella, al menos no eres consciente de casi absolutamente todo y duele menos… porque ahora solo puedo decir que cada caída duele como si clavaran un cristal en el estomago y se quedara un pedazo antes de sacarlo, la siguiente caída otro cristal y otro pedacito que no sale… Es como estar rezando porque uno de esos cristales sea el que por fin bloquee una arteria y el mundo se apague.
La realización de la muerte no es algo planeado pero si he visto imágenes en mi cabeza… ser inerte que descansa mientras nadie le llora… y aunque lloren de qué serviría a esas alturas? Como cambiaria la vida de alguien si yo me fuera? No creo que cambiara tanto, no he llegado a tocar el alma de nadie de esa manera. Y ese sería un motivo valido para desaparecer, que el dolor causado seria mínimo… y el descanso elevado. Nadie tendría que estar pendiente de mis bajones, de si esta vez pensare de un modo adecuado o si malinterpretare el mundo con esa lente deformada que me acompaña.
Esa mañana las cosas eran de otro color, todo triste aunque más pausado a causa de las benzodiacepinas que corrían por mi torrente sanguíneo… haciendo el día más llevadero y la noche una noche sin insomnio. Quizás esa sea la respuesta, medicarme hasta dejar de sentir el extremo, hasta dejar de sentir y de buscar ilusiones que se esfuman como gotas de agua al chocar contra el pavimento.
Y aunque me haya despertado desvanecida tras más de veinte horas de sueño intercalado, trato de levantarme de nuevo y recuperar una ilusión que ya no ilusiona pero que al menos aun no se ha ido del todo. Trato de moverme por el impulso que me hace sentir que estoy viva, y anhelar lo que rechazo: puto contacto humano. Quizás de ese modo me humanice de nuevo, aunque solo sea por momentos. El dolor no me hace humana, la risa parece que tampoco. Que me queda? Supongo que el impulso, la locura del momento y pronto quizás partir… partir sin rumbo como hace mucho predijeron… porque nunca seria de nada ni nunca seria de nadie… no pertenezco a ningún mundo porque todos los mundos se me escapan de la mente.
Lanzare los dados por última vez sin rezar esta vez porque sea un seis doble… simplemente por la inercia de tirarlos y ver lo que sucede. Quizás la desesperanza me lleve a la falta de expectativa tan necesaria para una mente que se pierde cada segundo del día en ideas que nacen y se evaporan como si fueran pompas de jabón, efímeras.
Me gustaría ser eso, pompa de jabón que se hincha, crece, brilla y vuela y explota en un estallido brillante sin causar dolor. Me gustaría ser viento que flota y viaja sin ser visto, que todo lo toca y nadie posee. Me gustaría ser brisa que corre entre las olas y que nadie me alcance y así nadie me dañe.
Pero soy lo que soy, un ser que no se entiende a si mismo mientras ruega al mundo clemencia y entendimiento. En el fondo soy solo una cría herida que no supo crecer, que no sabe vivir… que solo sabe llorar.
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Muchas gracias por compartir este texto. Me siento muy identificado con lo que escribes. Le has dado un tono poético al final. Un aliciente. Hace tiempo que no me proporcionan el diazepam. Me lo tiene prohibido el psiquiatra porque acabo abusando de ello. Son muy adictivas las benzodiacepinas. Es como un eco de mi vida, lo que escribes. No sé si es un texto de hoy, pero me encanta. Lo siento, no puedo responder con unas palabras de igual significado para ti.
Un cordial saludo y un abrazo infinito.
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