Al pan pan y al vino vino
Una historia que ejemplifica lo que este buen refrán quiere decir.
Buenas tardes, ¡Póngame este bocadillo!, dije señalando una ensaimada en la barra de un bar. El camarero, que era muy simpático, me miró un poco extrañado: ¿Se refiere a la ensaimada? Miré la ensaimada. No era un bocadillo. Ni de tortilla a la francesa ni de mortadela. Ay, pues si, perdone, ¿En qué estaría pensando? (Estaba pensando en la multa que me acababan de poner porque, a ver, iba en coche y me había cruzado con mi reciente ex, ¡cómo no me iba a saltar un semáforo en rojo!).
Qué gracia, le he dicho bocadillo y quería decir ensaimada, ¡Fí-je-se! ¿Dónde tendré la cabeza, también conocida como cabezota, azotea e incluso tarro? Le dije riendo. Entonces entró el guardia, que no era ni la mitad de simpático que el amigo detrás de la barra. Ostras. Dese prisa en ponerme la ensaimada, Manuel. Que me quiero ir pitando, dije. (Y observé, porque la vida está llena de casualidades y de cosas inevitables, el pito del guardia que llevaba colgando del cuello) ¿La ensaimada es de cabello de ángel? Pregunté (me encanta el cabello de ángel, qué bonito nombre tiene, además. Qué sugerente) Sí, señorita. Perfecto.
- Buenas tardes, le dije al guardia irónicamente.
Me había puesto una multa que hacía tambalear la economía de todo el mes, pero en fin, había que mantener la dignidad delante de la adversidad. Y salí por la puerta del bar. Entonces le ví pasar una vez más y me quedé boquiabierta. Era él. Sonó el móvil. Te invito a comer, me dice la voz de una amiga.
Otro día, algo semejante:
Que le digo que no, señorita, que no son espárragos, es pescado. ¿Le he dicho espárragos? ¿En qué estaba pensando? Bueno, también quiero aquellos quesos. No son quesos, son ensaimadas...
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