En ciertos momentos de algunos días, o de algunos meses, me da por sentirme como hoy. Meditativa, tranquila, ecuánime, en paz con mi entorno, incluso con los bemoles que la rutina trae consigo. No sé bien a qué se deba, la verdad es que no me clavo en ello, lo que sí es que es un estado que disfruto plenamente, porque no hay algo o alguien que pueda perturbarme mientras sucede.
Así que hoy, he decidido que a estos estados les llamaré “la visita de Saturno”. Como bien sabrán (y los que lo ignoren) Saturno es el planeta regente del signo Capricornio, ya sé, suena quizás esotérico, pero parte de mi cree en ello. Pues bueno, algunas teorías indican que parte de estos momentos “introspectivos” y de “reflexión” se deben a la influencia de este planeta. No sé si eso sea cierto o no, lo cierto es que como ya lo mencione, disfruto mucho el espacio que me brinda la soledad para aquilatar lo que me ocurre.
Y bien, esta semana ha sido una semana tranquila en todos los sentidos, he organizado mi cuarto, he puesto mi ofrenda de día de muertos, he convivido lo necesario con mis amistades, mi familia, etc. En mi trabajo las cosas van fluyendo como debe ser, y en general simplemente me siento bien.
Se preguntarán por qué en estas letras plasmo mi bienestar, la respuesta es muy sencilla: durante casi 21 años mi vida fue turbulenta, era como una montaña rusa, mi mente estaba demasiado sucia, las emociones tan intensas eran incontrolables y mi mente estaba a expensas del vaivén de la vida, sin que yo pudiera mirar objetivamente a mi al rededor.
Estoy muy contenta con la vida, porque tengo la grandiosa oportunidad de vivirla sin más sobresaltos de los necesarios, sin aferrarme a cosas o personas, o situaciones que en lugar de aportar sólo restan energía. Hace exactamente un año, viví la época más turbulenta de esos 21 años que les cuento.
Esa desolación no se la deseo a nadie, no es nada bonito no hallarse en el universo, viví con mucha ansiedad, vivi de manera fea mi soledad, mucho enojo, mucha frustración, mucha impaciencia, mucho de todo eso que nomás jode la espalda (a veces literalmente). Me preguntaba mientras estaba en esa situación si era posible salir de ella sin ganas de pegarme un tiro, cortarme las venas, o algo así.
Por fortuna y con un poco de confianza, las personas adecuadas se presentaron en el momento adecuado, ayudándome a ver por mi misma, que sólo era una racha, quizás la más fuerte, porque a partir de entonces no volvería a ser nada lo mismo, era como un punto de no retorno. Bien dicen que la parte más fria de la noche es justo antes de amanecer, así lo veo. Esos meses (de los que sólo extraño mis kilos menos) me dejaron una gran lección: confiar, fluir, ser.
Y hoy estoy aquí, detrás del monitor que me permite contarles esta breve anécdota. Hoy tuve un día muy productivo en mi trabajo, que culminó con un encuentro formidable con una amiga a quien aprecio mucho, acompañadas de un buen café, y como ya se los he dicho antes, a veces los encuentros nos ayudan para ver en que punto del camino estamos parados. Así que al volver a casa, valoro donde estoy ahora, y me siento simplemente bien, agradecida.
Hoy me propongo disfrutar todos los altibajos de la marea, porque para eso estamos de paso en la vida, en la rutina, en un pedazo de blog….
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