Cuando abandones las Excusas y estés más solo que Tú quizás te encuentres con ese Pánico que hoy te atenaza y de quien no te cansas de huir, sin respiro, desesperadamente y te des cuenta de que no tiene Poder sobre ti. Cuando te Rindas, cuando te decidas a vencerte a la Realidad, a Mirarte como Eres y no como Te miran, cuando te decidas a Aceptarte como Eres y no como Piensan los demás, quizás, sólo quizás, llegues a Puerto.
Entonces se acabarán las Lágrimas Amargas que hoy pueblan tu Rostro que, a pesar de tus Cuarenta y cuatro Años, sigue sin conocer la Paz de la Existencia; naciste, sí, pero no has Vivido. Morirás, bien cierto, pero sin haber conocido el Sentido de esta Vida a la que somos llamados desde el instante mismo de Nacer. Así ha Sido desde Siempre y así Será a pesar Tuyo; a pesar de tus Rebotes y Tu Rabia, de tus Noches de Inmenso Dolor y tus Patadas al Suelo Frío, de tu Desesperación y tu creída miseria (esta así, en minúscula).
El Día que te Rindas por Completo y te Admitas como Eres, con todos tus Defectos y con Todas Tus Virtudes, ese Día, saldrá el Sol más Radiante que Nunca y Sus Rayos alumbrarán un Nuevo Mundo aún por estrenar. De repente brotará en ti la Sonrisa más Pura que jamás imaginaste y nos podremos mirar en el Espejo reconociéndonos, sin Acritud, sin Recelo, sin Ira y podremos salir a Pasear por las Calles pobladas por Personas que no te quieren mal, donde nadie piensa en ti para hacerte Daño; podremos mirar al Cielo y saber que eres Uno Más, un Ciudadano Eterno, destinado a Amar y ser Amado. Sin Más pero también Sin Menos.
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