A veces quisiéramos que las almohadas pudiesen hablar, para saber si quien se acuesta a nuestro lado es un hombre o un animal. Si cuando ronca en realidad está rugiendo o si cuando nos abraza sueña con agarrar fuertemente una presa.
Solía creer que las almohadas eran conocedoras del ser durmiente y que saben todo sobre quien reposa en ellas la cabeza. Que se impregnan de nuestros pensamientos, sueños, anhelos y obsesiones. Que conocen los secretos más oscuros que nos rondan al caer la noche. En efecto, así es, pero hay que prestar mucha atención, dejar la mente en blanco y dejarse llevar.
Por eso, una noche que él estaba ausente, dormí en su lado de la cama, intentando capturar su olor y penetrar en su mundo.
Descifrarlo, apoderarme de sus deseos y temores.
Entonces fue que, al cerrar los ojos y ya vencida del todo,
soñé conmigo.
Ana Elena Pena
Bienvenid@ a
La Comunidad de Sin-Límite
© 2024 Creado por Fundación TLP. Tecnología de