Remontándonos a tiempos de Homero, Hipócrates y Areteo, aparecen descritos cuadros donde aparecían ira impulsiva, la manía y la melancolía, señalando que estos "hechizos" eran oscilantes y que las personas estaban sujetas a ellos. Pero fue Bonet, en 1684 quien unió la impulsividad y los estados de ánimo inestables en un término que denominó "folie maniaco-melancolique". Posteriormente, y ya en el siglo XIX, Baillager y Falret observaron a un grupo de pacientes que mostraban un curso depresivo, interrumpido intermitentemente por períodos de irritabilidad, cólera, euforia y normalidad, que bien podría asemejarse al trastorno límite o fronterizo de la personalidad, también llamado borderline o "inestabilidad emocional -CIE-!0). Pero quizá sea Kraepelin quien se acercó más a los síntomas que hoy en día conocemos como TLP, a saber:
"Los pacientes manifiestan desde la juventud fluctuaciones extraordinarias en su estado de equilibrio emocional, afectándoles excesivamente todas las experiencias, con frecuencia de un modo poco agradable...
...y en ocasiones más triviales, manifiestan explosiones de ira.
El estado de ánimo está sujeto a cambios frecuentes... son períodos que se intercalan, en los que el paciente puede sentirse irritable y malhumorado, quizá triste, ansioso; llora sin causa, expresa ideación suicida, quejas hipocondríacas, no se levanta de la cama...
Es difícil que mantengan sus esfuerzos de un modo constante. A consecuencia de su irritabilidad y sus estados de ánimo variables, su vida se ve sujeta a los incidentes más variopintos que les llevan a huidas inesperadas, viajes o encerrarse en sí mismos"
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