Voy a compartir con ustedes, un digamos cuento que dedique hace unos días a unos buenos amigos, espero que les guste, yo me la pase muy bien escribiéndolo.
Dedicado a mis cuatro amigos:
Luis Valdivieso, Maite Vallet, Claudia Hernández, Aníbal Meza
OCHO líneas.
Iba a paso ligero sobre su caballo de raza Przewalski, sobre sus rodillas reposaba aquel pequeño paquete envuelto en telas blancas. Sí, era el cadáver de su hijo de tres días, ese tiempo había sido su existencia. Ya había enterrado el cuerpo de su joven amada de sólo 14 años, 2 días atrás, murió en el parto, como el 60% de las mujeres nómadas que habitan el desierto de Gobi. Pero a pesar del dolor que en este momento representaba esta figura, no mucho tiempo atrás esta había sido una gran historia de amor entre dos jóvenes, que soñaron con tener una gran familia, y ponerle como nombre a su primogénito Naranbaatar (héroe del sol).
Naranbaatar, hoy iba en las piernas de su padre ya sin sentir el áspero pelaje del caballo, hacía su lugar de descanso.
OCHO líneas tendría mi biografía, una historia muy sencilla, muy humana, muy de su tiempo. Una existencia de 3 días de la que no habría nada recordar.
Pero mi cigüeña era alcohólica y comenzaba a beber lo jueves por la tarde y cuando salió de París perdió el rumbo. En vez de dirigirse al Desierto de Gobi, en su borrachera, no se dio cuenta de estar cruzando el océano Atlántico. Cuando tubo un poco de lucidez y se percató de su error, realmente estaba más cerca de América que del Desierto de Gobi. El tiempo apremiaba yo tenía que nacer.
Para mi cigüeña europea, le pasa como a la mayoría de los europeos: América es Norte América. La América del sueño americano, y pensó que en cualquier hogar que naciera sería un lugar perfecto y si no como en las películas me darían en adopción a una familia rica norteamericana que no podía tener hijos.
Mi cigüeña no sólo era borracha sino inculta. Eran los años 60s
Me depositó en un país centroamericano, y lo que me despertó de mis sueños no fue precisamente el relincho de un caballo, sino una cumbia a todo volumen. Toda mi genética estaba preparada para sobrevivir en un desierto helado y ahora tenía que sobrevivir en plena zona tropical.
¡Que humedad señor! ¡Cómo es que esta gente no se ha muerto ya! ¡Con el calor que hace aquí!
En el día que pasamos la cigüeña y yo sobre el Atlántico, no le basto con perderse, sino además, me enseño a beber.
Así, que hoy, me pasa algo muy parecido que a la cigüeña, no sé que rumbo tomar para llegar al desierto de Gobi.
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