Su voz, acompañada de los golpes, es como un martilleo constante en mi cabeza. Quejas es lo único que llego a entender. Siento rábia a la vez que tristeza. Y me distancio. Me cuesta leer entre mis própias líenas. Adoro “volar” cuando mi conciencia está perturbada. Me siento más libre, anestesiada. Nada me afecta porque no hay nada que llegue a tocarme. Es el camino fácil, el menos costoso. Decidir quedarme y aguantar la marea rebosarme es muy importante para mí. Es exponerme a infinitas zarzas que me van a desgarrar la piel, y el alma, claro. Sé que cuesta, que es difícil, que me va a tomar tiempo y que duele, pero… ¿de verdad merece la pena?
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