Contar que se padece un problema psicológico: beneficios y costes |
El estigma social que sufren las personas con enfermedad mental es uno de los problemas con el que estos pacientes se enfrentan y que, probablemente, más impide la recuperación y limita la reintegración socio- laboral. Sin embargo, cuando se tiene un contacto directo con las personas con trastorno mental, suelen reducirse los prejuicios sociales, puesto que se eliminan o modifican las actitudes y creencias negativas, los mitos sobre la enfermedad mental y se reduce el miedo, el rechazo o la discriminación a estos pacientes.
Consecuentemente, la “autorrevelación”, es decir, reconocer públicamente que se tiene un trastorno mental y que se recibe tratamiento para ello, parece ser el antídoto para luchar contra el estigma social. No obstante, no es fácil hacerlo, y puede convertirse en un arma de doble filo si no se maneja bien la información.
Por ello, el U. S. Department of Health and Human Services ha publicado una interesante guía sobre la autorrevelación para combatir el estigma asociado a los trastornos mentales, explicando qué es, cuáles son sus beneficios y sus riesgos, cómo llevarla a cabo, etc. La autorrevelación es un proceso de toma de decisiones subjetivas y personales.
Desafortunadamente, no hay una fórmula única ni mágica sobre cómo realizarlo, puesto que depende de la propia persona que padece la enfermedad mental, pero también del contexto en el que se desea (o no) revelar el problema que se padece, o de las personas que le rodean.
Efectivamente, el hecho de contar a otros que se tiene un problema psicol ógico, y que se recibe tratamiento específico, para ello no tiene por qué ser un proceso de “todo o nada”, puesto que podemos escoger a quién se lo contamos, cuánto contamos o dónde lo hacemos. Este hecho se correspondería con la diferenciación entre autorrevelación selectiva y autorrevelación indiscriminada; esta última, supone un cambio profundo de actitud, puesto que implicaría que la persona ha normalizado la enfermedad mental y no se avergüenza de padecerla.
Ni la autorrevelación selectiva ni indiscriminada son buenas o malas en sí mismas; utilizar una u otra depende más de una serie de criterios que pueden guiar el proceso de toma de decisiones que la persona con enfermedad mental realiza a este respecto. Decidir contarlo o no y en qué medida, supone una valoración de los beneficios y los costes que puede implicar para la persona; por ejemplo, entre los beneficios se cuentan, no tener que esconderse, recibir apoyo social, sentir que se está luchando contra el estigma, y entre los riesgos el rechazo, el cotilleo, etc.
Algunas pautas que pueden guiar el proceso de toma de decisiones de revelarlo o no, son las siguientes:
Igualmente, en caso de que se decida realizar la autorrevelación se puede contar de una forma muy general (decir que se tiene un problema de salud) o de una forma más específica (llegar a dar el diagnóstico exacto).
Revelar a la pareja que se padece un problema psicológico también puede suponer un proceso de toma de decisiones difícil y complicado. Aunque la pareja debe saber qué es lo que le pasa, conviene no precipitarse en proporcionar la información. En este sentido, la guía ofrece una regla que puede resultar útil: “No lo cuentes a la primera, pero tampoco te demores como para que la confianza de tu pareja quede afectada”.
No hay duda de que contar que se padece una enfermedad mental es un proceso beneficioso y positivo, pero muy difícil. Tal y como defiende la guía, cuanto más contacto y apertura hacia la enfermedad mental haya en nuestra sociedad, más probable será la reducción del estigma y la discriminación.
La guía original puede consultarse (en inglés) en la página Web del U.S. Department of Health and Human Services: http://www.samhsa.gov
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