¿Por qué odio a quién más quiero?
Nos hace felices, pero no satisface todas nuestras necesidades. Si lo hiciera, dejaríamos de desearlo.
En apariencia, nada está más alejado del amor que el odio, sin embargo, la sabiduría popular sentencia que entre ambos sólo existe un paso. Todos conocemos casos de parejas que, habiéndose querido hasta la locura, se repelen luego hasta la desesperación. Sin llegar a esos extremos, es común que en las relaciones de pareja exista cierta ambivalencia afectiva: se quiere al otro pero también se le rechaza. ¿Por qué se puede llegar a querer y a odiar a la misma persona?
¿Qué nos pasa?
Podemos estar proyectando sobre la pareja algo que rechazamos en nosotros mismos. Cuanto más odiamos al otro, mas dependemos de él.
La pareja hereda la forma en la que hemos aprendido y nos han enseñado a amar. Si en la relación con nuestros padres tenemos cuentas pendientes, podemos transferir al vínculo amoroso antiguos rencores, sin ser conscientes de ello.
El odio y el amor hacia la misma persona proviene de que, en un principio, la dependencia es extrema.
El amor muy posesivo destruye al otro, porque quiere convertirse en él y no acompañarle, respetando la diferencia.
La inmadurez psicológica se hace presente cuando aparece el odio. Se aborrece al que envidiamos o le atribuimos poder.
Satisfacción incompleta. Las razones de esta aparente contradicción se explica por el modo en que se forma el psiquismo. El enamorado tiende a fundirse con el otro, para que colme lo que le falta y sentirse pleno con él o con ella. Esa ilusión, siempre irrealizable, proviene de la aceptación de que el otro es diferente y que tiene cosas que dar y carencias que remediar. El deseo es la esencia misma del amor, pero se mantiene a costa de no realizarse del todo. Así pues, el amado es aquél que nos hace felices, aunque a condición también se frustrarnos en la medida de que no nos puede satisfacer del todo, pues en este caso dejaríamos de desearlo.
Algunos autores atribuyen las bases del amor a la capacidad para sentir culpa por la hostilidad que el niño siente hacia su madre cuando ésta no responde a sus necesidades. El bebé no piensa separado de su madre, es algo que tiene que aprender, pues en un principio se siente un todo con ella. Cuando comienza a reconocer la diferencia, percibe también su dependencia y esto le hace sentirse inseguro. Cuando advierte que la madre tiene otros intereses, siente rabia hacia ella. Esta hostilidad, absolutamente necesaria para convertirse en un ser autónomo, queda enterrada por el cariño que le profesa. El amor adulto se caracteriza por querer al otro como es, pero cuando aparece la fragilidad también puede resucitar la rabia contra ese otro y depositar en él aquello que no nos atrevemos a asumir.
El descubrimiento de que el otro es diferente resulta conflictivo porque nos limita. Pero la salud mental y la posibilidad de amar dependen de aceptar cierto grado de frustración.
“Cuando no lo odio, lo quiero mucho”, pensaba Laura tras una discusión con Jorge. Había descubierto en una psicoterapia que el motivo por el que se había enamorado de él era el mismo que no podía soportar: Jorge era muy protector, lo que a ella le gustaba mucho, pues siempre se había sentido desamparada. Cuando murió su madre, el sentimiento de abandono se acrecentó y, lejos de reconocer lo que quería de su marido, que era precisamente que la cuidara, sentía sus atenciones como un agobio. Cuando aceptó las dificultades que había tenido con su madre y reconoció su deseo de ser protegida por él, comenzó a pensar que estaba con el hombre de su vida.
Renuncias necesarias. Los excesos de Jorge provenían, a su vez, del intento de disimular lo poco que disfrutaba con las atenciones que profería a Laura. Jorge era hijo de una madre con conflictos psicológicos, que siempre se quejó de su marido, un hombre distante y que nunca se pudo acercar a su hijo. Jorge era el único chico y siempre sintió que tenía que reparar a su madre, pues en alguna medida ella también le transmitió que él debía suministrarle lo que su marido le había negado. Esta posición le hacia sentirse culpable con su padre y resentido con su madre, sentimientos que transfería a la relación con su mujer. Ejercía una función protectora, pero no disfrutaba de ella. Entonces, Laura sentía sus cuidados como si estuvieran vacíos de afecto, de modo que el amor era atravesado por un resentimiento que la alejaba de él.
La adquisición de la identidad sexual se hace a base de renuncias, sin las cuales no se puede disfrutar del amor. Ni el otro nos puede colmar ni nosotros a él.
ALGUNAS PERSONAS, ANTES DE ROMPER SE BUSCAN OTRO AMOR PARA NO SENTIR NUNCA LO QUE REPRESENTA PERDER A LA PAREJA.
LA FORMA DE AMAR SE HEREDA, POR ESO HAY QUE SALDAR LAS CUENTAS PENDIENTES DE LA RELACIÓN CON NUESTROS PADRES.
¿Qué podemos hacer?
Si le pedimos a la pareja más de lo que puede dar, para reparar carencias antiguas, surgirá la rabia. Entonces pueden aparecer ideas como que ya no es el de antes. Cuando surge la decepción, hay que empezar a pensar hasta qué punto habíamos idealizado al otro y hasta dónde resistimos que no se adapte a nuestras expectativas.
Cuando el enamoramiento ha sido intenso, la ruptura puede resultar muy tormentosa. Algunas personas, antes de romper, se buscan otro amor para no sentir nunca lo que representa perder a la pareja. Elaborar el duelo de una separación ayudará a que no se repita lo mismo con la siguiente.
Es un artículo de Isabel Menéndez de la revista "MUJER HOY"