El centro es en primer lugar yo mismo. No puedo huir de mi mismo. He de tener conciencia de quién soy. Los límites de mi propio cuerpo. Y también de qué deseos o pulsiones tengo hacia el exterior. Y las primera serán hacia mi padre y mi madre. Y si esa pulsión se ha visto satisfecha o no. Porque si quiero abrazar a mi padre pero éste no está disponible, pues casi que desarrollo un complejo de edipo y ale, voy con esa carencia por la vida. Esto ha de estar claro. Centrar y centrar.
Por supuesto que en cierta época me dije: uis, no puedo evitar irme de un lado a otro. ¿no? pues como no puedo hacer nada, me columpio. Y mira, pues sentía cierta dispersión pero era consciente de ella. Estaba en un buen momento, creo, porque salía con amigos/as y había superado una especie de depresión terrible que no me dejaba ser feliz y me había borrado hasta los recuerdos.
La cuestión, que quieras que no, hay un centro. Una inteligencia que está ahí. En todo el mundo. Una conciencia y un instinto sobre lo que nos gusta y no. Y en eso, hay que destacar la tendencia sexual, que a los 17 años es vital. En fin.
Si centramos las cosas, simplificamos las cosas y llegamos a conclusiones. Es muy importante.