Hete aquí el resultado de la investigación efectuada sobre las frustraciones. He encontrado algunos artículos sobre el tema que nos pueden interesar.
UNO:
LA BAJA TOLERANCIA A LA FRUSTRACION
Las personas con baja tolerancia a la frustración tienen una serie de creencias que están condicionando esta forma de ver el mundo e interpretar la realidad que suceden de un modo automático. Es decir, siguen manteniendo un modo inmaduro de ver las cosas, tal y como hacían en la infancia.
Creen que tienen que obtener todo lo que quieren y para ello exigen, ordenan e insisten para que se satisfagan sus deseos a toda costa.
Creen que es necesario que la vida sea siempre fácil y cómoda.
Creen que cualquier dificultad, demora, fracaso, etc. es demasiado horrible para soportarla.
Confunden sus deseos con necesidades.
Baja tolerancia a la frustración e impulsividad
Por supuesto, si alguien ve las cosas de este modo, no es extraño que sea una persona impulsiva, pues hacen lo que desean en el mismo momento en que ese deseo aparece en su mente sin ser capaces de soportar la espera. Si quieren algo, lo quieren ya. Por este motivo, la baja tolerancia a la frustración suele estar presente en problemas relacionados con la dificultad en el control de los impulsos, como adicciones, juego patológico, compra compulsiva, cleptomanía, piromanía, etc.
Adicciones.
Erróneamente se dice a veces que ciertas cosas crean adicción, cuando la realidad es que la mayoría de las cosas a las que las personas son adictas no son sustancias adictivas en sí mismas. E incluso en el caso de serlo, el ser humano cuenta con la capacidad para controlar sus impulsos si aprende el modo de hacerlo, como demuestran los ex alcohólicos, ex fumadores o ex toxicómanos, que han logrado aprender a controlar impulsos muy fuertes.
En las investigaciones realizadas sobre la personalidad de los adictos, la baja tolerancia a la frustración ha sido siempre el rasgo más típico y consistente.
Supongamos una persona con baja tolerancia a la frustración y problemas de habilidades sociales. En situaciones interpersonales siente una ansiedad de la que quiere huir a toda costa. Entonces descubre que un modo de hacerlo es recurrir al alcohol. Cuando bebe se desinhibe, se tranquiliza y puede disfrutar de sus relaciones con los demás. Conforme pasa el tiempo, su dependencia del alcohol aumenta, su deseo de huir del dolor (en este caso la ansiedad interpersonal) es mayor que cualquier otro; pensar en el daño que le está haciendo el alcohol es sumamente desagradable... por tanto, mejor no pensarlo... mejor centrarse sólo en el ahora; y ahora se siente bien. Una vez adquirida la adicción, aparece un problema añadido: el síndrome de abstinencia, magnificado también por su baja tolerancia al sufrimiento, es algo que no quiere soportar. Ya no bebe para sentirse a gusto con los demás, sino porque lo pasa mal cuando no recibe la dosis que le pide su cuerpo. Es como un callejón sin salida que va a más. El sufrimiento es cada vez mayor, el deseo de aliviarlo también. Pero, paradójicamente, aquello que causa el dolor es lo mismo que lo alivia. Por eso para el adicto es tan difícil escapar de su adicción.
El caso de los fumadores es distinto. Algunos autores incluso dudan que se dé una verdadera adicción física, pues los cambios fisiológicos producidos en el organismo por el tabaco desaparecen al cabo de una semana aproximadamente sin fumar. Las sustancia adictivas actúan produciendo cambios fisiológicos en el organismo. Una vez que el cuerpo se habitúa a ese estado, si esa sustancia empieza a disminuir aparece el síndrome de abstinencia. Si al cabo de una semana o poco más, el organismo del fumador ha vuelto a la normalidad, una persona no debería tardar mucho en adaptarse a eso y superar la adicción en un plazo de un mes como mucho. Sin embargo, no ocurre así. Si bien puede haber desaparecido la adicción física, no ha desaparecido el hábito, es decir una conducta aprendida y practicada tal vez cientos de veces. Dejar un hábito es difícil y frustrante, significa dejar de hacer algo hacia lo que nos sentimos impulsados. Significa, en definitiva controlar un impulso que puede estar siendo provocado por muchos desencadenantes ambientales, como comer, de modo que cuanto más baja sea la tolerancia a la frustración de esa persona más difícil le resultará dejarlo.
Es una molestia demasiado grande que muchos no están dispuestos a soportar. Centrados más en el ahora, en satisfacer el deseo del momento, prefieren no pensar en las consecuencia a largo plazo, que es un pensamiento que produce malestar.
FRUSTRACION EN LA VIDA LABORAL (Otro artículo diferente)
Nuestra vida laboral nos conduce muchas veces a la rabia, el enojo y la frustación. En esta nota, te proponemos algunos recursos para saber como desactivarlo
Las dos secretarias que no paran de cuchichear a un costado de su escritorio; el joven pasante oyendo música a todo volumen; y el técnico, que no para de fumar. Su impulso, lógicamente, será levantarse y tirar todo por el piso.
Pero en lugar de eso, cuando ya siente que está a punto de estallar, se da un profundo respiro y sale al exterior para tomar un poco de aire fresco
¡Felicitaciones! Acaba de sortear una situación potencialmente explosiva.
Esto es lo que sucede en la mayoría de los casos, pero, posiblemente, en más de una oportunidad nos habremos preguntado si corremos el riesgo de que llegue el día en el que el final pueda no ser tan feliz.
De hecho, debe saber que no está solo en este tipo de dilemas. Según afirma un sondeo, uno de cada seis empleados ha señalado que sufrió un enojo hasta el punto de querer pegarle a un colega. Incluso si, afortunadamente, su enojo no ha devenido en golpear a alguien, puede estar entre el 50 por ciento de la gente que por lo menos, según el estudio, manifestó haber estado bastante enojada en algún momento de su vida laboral.
El riesgo de perder el control
Por supuesto, existen casos extremos en los que cualquier desliz por parte de un empleado puede llegar a provocar, en ciertas personas, un enojo extremo, convirtiendo esta cólera en algo trágico, lo cual es totalmente injustificable.
La violencia dista mucho de lo que aquí estamos hablando, que es el enojo justificado y lógico por cualquier actitud irresponsable y descomedida para con nuestra persona. Sin embargo, nada justifica una reacción violenta, que siempre estará fuera de lugar y sólo empeorará nuestra situación. Por ello, quienes sienten que podrían perder el control por su cólera, deberían buscar ayuda.
Asimismo, muchas compañías tienen programas de ayuda para sus empleados, que pueden ser muy útiles para ayudarlos a vencer las dificultades tanto dentro como fuera de su lugar de trabajo.
O si lo que se busca es enfrentar el problema sin que se enteren sus empleadores, debería consultar a su médico de cabecera para obtener una referencia o contactarse con profesionales u organizaciones de salud mental.
Pero lo cierto es que más allá de los casos extremos, el enojo puede ser verdaderamente destructivo, incluso si no acarrea consecuencias terribles. Según los especialistas, el enojo es una emoción humana perfectamente normal.
Y una reacción común ante este enojo, es responder agresivamente, aunque ello no significa que sea normal, y se tenga vía libre, como para abordar físicamente a cada persona u objeto que irrita o molesta.
La clave, afirman los profesionales, deberá ser expresar los sentimientos de enojo de una forma no agresiva, pero sí clara.
El riesgo del enojo
Veamos un caso en los que el enojo puede ser verdaderamente nocivo para los trabajadores que lo experimentan.
Héctor C. es un periodista free-lance que recibió una crítica por un artículo que había escrito para una publicación. El artículo en cuestión, recibió una aceptación condicional, lo cual significaba que en términos generales estaba bien, pero que se requerían unas revisiones para su aprobación final.
Esta situación, que podría ser perfectamente entendible para la mayoría de los redactores, fue como un balde de agua fría para Héctor, quien acto seguido envió un correo electrónico al redactor manifestándole, de fuerte manera, todo su enojo.
Obviamente, Héctor no había prestado mucha atención a esta acción, o no había pensado en el resultado de la misma. De hecho, solo se trataba de que el editor le pedía que el artículo atraviese otro proceso de revisión, pero Héctor se rehusaba a aceptar esta crítica como algo que era parte de su trabajo, y por el contrario la tomaba como algo personal, que fue lo que motivó su encendido correo electrónico.
¿Qué es lo que causa que una persona reaccione de manera tan autodestructiva y cómo se puede hacer para evitar caer en este tipo de cuestiones, es decir saber cuando es lícito nuestro enojo y cuando no (pero, en cualquier caso, no reaccionar de una forma perjudicial para uno)? Para saber esto, lo primero que deberíamos hacer es entender bien en que consiste el enojo.
ENTENDER EL ENOJO (palabra sudamericana, por cierto)
Entendiendo el enojo
El enojo es una emoción, así como una reacción frente a una amenaza verdadera o percibida. Nuestra respuesta natural a esta emoción, es la rabia. Orgánicamente, aumenta el ritmo de nuestros latidos cardiacos, y podemos también sentir que las mejillas se ponen coloradas y existe un impulso de apretar las mandíbulas.
Algunas personas, pueden también responder al sentimiento de cólera dando portazos, confrontando duramente a la persona que, se cree, puede haber causado el enojo, o en estos tiempos tecnológicos, enviar un poco apropiado correo electrónico.
Aquellas personas cuyo temperamento puede más que su faceta racional, están generalmente al tanto de estas tendencias y deben tomar los pasos necesarios como para reaccionar de una manera diferente y más especifica frente a las situaciones adversas.
La importancia de controlar el enojo
Como mínimo, el enojo puede herir sentimientos. También puede hacer que un trabajador sea menos productivo en su trabajo, causando asimismo un estrés que en muchas oportunidades lleva a la enfermedad y al ausentismo. En situaciones severas, como vimos, el enojo y la rabia también pueden llevar a la violencia física.
De hecho, es cada vez más común oír casos de empleados que perdieron sus trabajos por no poder controlar este tipo de impulsos. Asimismo, el nivel de violencia en los lugares de trabajo ha estado aumentando durante los últimos años.
Por lo tanto, es fundamental, sobre todo en estos tiempos, saber como manejar su cólera antes de que sea demasiado tarde. Y esto es especialmente importante en el ámbito laboral, donde perder la paciencia puede tener como resultado el despido. Sobre todo, porque muchos saben que cuando entran en cólera, pueden tornarse muy violentos y encontrarse frente a una situación legal incómoda.
No es ninguna novedad que el enojo puede írsele de las manos. Muchas veces la cólera nos ciega y se pierde de vista, incluso, cual es el foco de ese enojo. Más de una vez habrá oído o dicho la frase “estaba loco de bronca, directamente no podía ver”.
Pero en este sentido, es esencial que aprendamos a utilizar la energía creada por nuestro mismo enojo, de una manera positiva. Sin dudas, mucho antes que permitirle que nos quite el control de nosotros mismos, deberíamos hacer que este enojo nos brinde la posibilidad de detectar lo que está mal, para así cambiarlo de una forma efectiva.
Esto significa tornar nuestro enojo en la posibilidad de un cambio y no en agresión.
Manejando el enojo en beneficio propio
Cuándo encare una situación que le enoja, o incluso le pone los nervios de punta, es importante ser proactivo al tratar consigo mismo. Antes que permitir que la cólera nos gane, debemos obtener lo mejor de ella, para lo cual será esencial tomar los pasos necesarios como para mantener nuestro enojo bajo control. Si esto no es posible, debemos ser capaces de aceptarlo y comenzar a solucionar esta dificultad.
Frente al enojo de los otros
El enojo genera enojo, lo cual sin dudas lleva a conflictos. Por lo tanto, al momento de encarar una persona con ira, justificada o no, no sería mala idea saber, primero cómo tratar con uno mismo, para intentar calmar toda esa ira.
Sobre todo en nuestro ámbito de trabajo, donde más de una vez debemos encarar a clientes hostiles. Es esencial recordar esto, sobre todo por el hecho de que, aunque el ataque del cliente se pueda dirigir contra usted, el objeto de su ira es probablemente la organización a la que, ante él, usted representa.
Para el caso que tenga un rol directivo en su empresa, también podría ser forzado a tratar con la cólera de sus subordinados. Nuevamente, el objeto de la cólera puede ser su organización y no su persona.
Por eso, sería muy importante que aprenda cómo determinar las causa de ese enojo, para luego poder operar sobre él y desactivarlo, de forma tal que no llegue a ser un problema mayor al que representa en ese momento.
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