El TLP afecta a cerca de un 2% de la población y el número de diagnósticos ha aumentado en los últimos años. Se trata de una condición difícil de gestionar, ya que las crisis suelen desembocar en llantos incontrolados, explosiones de ira, autolesiones e ideación suicida. De hecho, es uno de los trastornos con más prevalencia de suicidio.
Así, aunque las personas con TLP reciban atención por parte de los equipos de salud comunitarios, es fundamental que las personas más cercanas sepan cómo reaccionar y ayudar en los momentos cruciales. Vamos a ver algunos recursos.
Si preguntamos a varios pacientes con trastorno límite de la personalidad qué necesitan cuando están en plena crisis, es muy probable que nos contesten que lo único que demandan es afecto, comprensión y, en definitiva, amor. Es fácil sentirse invalidado por los demás cuando el comportamiento durante una crisis es tan intenso.
Cuando surgen las crisis, la persona se siente tremendamente vacía, como si le faltase alguna pieza emocional. Y en función de esta sensación, sale a la caza de esa «pieza», aunque no lo hace de la manera más apropiada. En lugar de demandar cariño y afecto con palabras, lo hace a través de demandas y críticas teñidas de ira, inestabilidad o disforia constante.
El entorno suele reaccionar con atenciones y comprensión durante la aparición de las primeras crisis. Sin embargo, los resultados son infructuosos, pues la intensidad del malestar del paciente es demasiado para asimilar esos cuidados. Por tanto, con el tiempo aparecen los conflictos y los seres queridos terminan por alejarse. Esto, para la persona con TLP, no hace más que confirmar el terrible miedo que sienten al abandono.
Por lo tanto, en presencia de una crisis de TLP, lo más sensato y recomendable es que los familiares o pareja presten acompañamiento sin juzgar. A continuación, profundizamos en este aspecto.
La mayoría de las personas que sufren trastorno límite de la personalidad han crecido en ambientes en los que no se les han validado sus emociones, lo que se conoce como entornos invalidantes. Esto, unido a cierta predisposición biológica a padecer el trastorno, contribuye a su desarrollo.
Si bien la parte biológica no podemos controlarla, no podemos decir lo mismo de la parte ambiental.
Como hemos dicho, en mitad de una crisis de TLP, la persona necesita compañía sin juicios, una aceptación incondicional y una validación de sus emociones. Esto, de manera paradójica, hará que la intensidad emocional descienda y que las crisis sean de menor duración.
Así, existen algunas estrategias que como familiares podemos practicar para reducir la intensidad de las crisis de TLP. Vamos a verlas.
Quienes sufren TLP necesitan contar con una lista de contactos a quienes poder recurrir en las crisis. Han de ser personas con las que se sientan seguras, que sepan que responderán en caso necesario y que sabrán reaccionar a sus necesidades en ese momento. Así, ocúpate de convertirte en ese refugio seguro al que pueda acudir.
Aunque pueda parecer difícil desde fuera, lo cierto es que una persona con TLP requiere una aceptación incondicional por parte de los demás. Esto implica que la persona que esté a su lado interiorice la presencia de este desorden y asuma que surgirán crisis cada cierto tiempo.
Interiorizando que estas crisis son parte del trastorno y que el paciente no tiene control sobre su desencadenamiento se consiguen evitar las actitudes defensivas. Se comprende que las crisis son autoconclusivas y se provee apoyo durante el periodo de duración de las mismas.
Es complicado para una persona que presencia una crisis de TLP proveer afecto. Sin embargo, sin este cariño, comprensión y paciencia solo se camina hacia el deterioro de la relación. No sirve de nada reprochar los actos realizados durante la crisis, perder los papeles o actuar con la misma intensidad.
Si no contribuimos a que la crisis de TLP se desactive, la situación puede escalar y convertirse en un problema grave.
Una persona con TLP tiene dificultades para reconocerse durante una crisis. Con el tiempo, la tendencia natural se orienta a identificarse con esos momentos tan negativos, asumiendo que se es una persona agresiva, demasiado intensa o autodestructiva. Por eso, es fundamental ayudarla a separar su identidad del trastorno.
Este soporte para desligar las crisis de su personalidad real hará que la persona se sienta más íntegra y arropada. Al mismo tiempo, reduce los sentimientos de culpabilidad posteriores, ya que se genera una consciencia de que no se está de acuerdo con lo que manifiestan los síntomas del TLP.
Las crisis no solo ponen en peligro el bienestar emocional del paciente de TLP y de sus allegados. Existen otras conductas de gravedad, como las agresiones o las autolesiones, que comprometen la propia seguridad física del individuo.
Si como persona cercana al paciente sospechas que podrían ocurrir intentos de autolesión o suicidio, se deben poner en marcha protocolos para evitarlo. Instarle a no consumir ningún tipo de sustancia o poner fuera de su alcance objetos cortantes son ejemplos de esto mismo.
En esta línea, es positivo contar con alternativas no autoagresivas hacia las que redirigir a la persona en este momento. Además, aunque el diálogo puede ser sumamente complicado durante las crisis, es necesario recordarle que anteriormente ya pudo superar situaciones similares y que pronto podrá ver todo diferente: la crisis es limitada.
Dar afecto a alguien no es sinónimo de sobreprotegerlo. Una cosa es validar las emociones y tolerar el desorden y otra hacerlo dependiente. Es positivo incentivar a la persona a mantener sus rutinas diarias, su autonomía y responsabilidad. Así, se toleran las crisis y se comprenden, pero la vida del paciente debe continuar como siempre.
Tu familiar, amigo o pareja con TLP no es el único que puede beneficiarse de una terapia psicológica. El acompañamiento en este tipo de trastornos no se solventa solo con paciencia y amor: se deben gestionar momentos críticos y delicados y soportar una carga emocional muy grande.
Por eso, será realmente útil que acudas a un profesional de la psicología; no solo para ayudarte a sobrellevar estas situaciones, sino para comprender mejor el TLP y desarrollar estrategias efectivas para ayudar al paciente a gestionarlo. Recuerda que los acompañantes también merecen bienestar psicológico.
Por su parte, también es importante que la persona que sufre de TLP desarrolle recursos que le permitan protegerse en estos momentos de crisis. Con respecto a ello, la Fundación AMAI TLP sugiere que el paciente ponga en marcha los siguientes factores de protección:
Para concluir, resaltamos que las crisis de TLP no son fáciles de conducir, ni por el paciente ni por la familia. La intensidad emocional alcanza niveles tan elevados que lo único que queremos es alejarnos de ello. El paciente intenta regularse haciéndose daño a sí mismo y al entorno, alejándose.
Quizás podríamos plantearnos la estrategia a la inversa. En lugar de huir de la vorágine emocional del paciente TLP, podríamos empezar a abrazarla. Aunque no nos nazca, aunque en ese instante queramos evitarlo a toda costa. Podríamos sorprendernos de cómo los abrazos muchas veces desactivan los demonios y hacen que la persona vuelva en sí misma.
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Hola Lourdes, nada es perfecto en el mundo de los consejos, cierto e indudable! lo que tienes que hacer es pensar en ti y cómo protegerte y desde luego, si encuentras otras formas de lidiar con la crisis del tlp, estás en tu derecho. A ver, qué duda cabe de que Poner Limites es importante, y estos incluyen DISTANCIAS. Imagino lo que me dices. Hay personas que son muy complicadas y muy difíciles de llevar que no escuchan ni aprenden ni hacen nada por dejarse ayudar o por ayudar a las demás. Al final, no tienes ganas de validar nada ni de ayudarlas, ¿no? que se lo encuentren ellas mismas.
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