Extraigo esta regla:
Si sientes verguenza y la observas más, es peor. Mejor es si pasas de ella..
Si te duele algo y se convierte en tu principal foco de interés, entonces te duele más. ETC
Os dejo un artículo sobre esto: A VECES VA BIEN NO HACER MUCHO CASO DE UNO MISMO.
... "Un grado de ansiedad elevado puede producir una incomodidad que puede no encontrar alivio: por ejemplo, estamos muy nerviosos pero no nos podemos levantar de una silla, e incluso debemos simular compostura, entonces se produce un picor producido por la misma rigidez de la postura y el hecho de que no podemos realizar los movimientos que habitualmente hacemos para acomodarnos.
La incomodidad de no saberse libre de contaminación por consiguiente induce un cierto acartonamiento de la piel que se estudia, un dejarla rígida para que que sea objeto de estudio -en vez de acomodarla, moverla de forma natural- lo que, añadido a lo que produce la misma expectativa de lo que tememos encontrar (miramos con parecido interés tanto lo que queremos como lo que tememos) resultan en un picor real, que está ahí, que observamos con la misma objetividad que si al tocar una barra de autobús público adquiriésemos instantáneamente una sarna, o al apoyarnos en una pared unas pulgas oportunistas hubieran cogido nuestra piel al asalto.
El picor es una clase de picor, es como si lo fuera producido por las causas que tememos de una forma demasiado parecida al caso real, y que por eso mismo nos hace dudar, y al hacernos vacilar suspendemos las sensaciones para estudiarlas. Hasta cierto punto tenemos la capacidad de hacer durar un poco más las sensaciones, hacer que tengan halo, como al relamernos, saborear con fruición, sentir el peso que del que nos hemos librado, un beso que dura, aun alucinado, después de que los labios se han separado.
No hay manera de zanjar este dilema hasta alcanzar el punto en el que actuemos de forma relajada. Sólo entonces, al suprimir esa señal de alarma que, buscando anormalidades, genera extrañas sensaciones sensoriales, podremos saber si realmente, en un nuevo marco de sensibilidad normalizada, hay entonces algo raro en la piel.
Simulando que nada nos preocupa, actuando con ligereza, haciendo como si no pasara nada digno de mención, aunque no sea totalmente la verdad, no deja de producirse una calma impuesta. Con un poco de pericia y entrenamiento puede llegarse a suprimir la categoría de "importante'' que tiene la sensación y lograr así que las percepciones se amortiguen en su sordo estado secundario.
La atención burlada, porque podemos apostar descaradamente sobre lo que merece más la pena, priva de alimento a la hipersensibilidad, que en definitiva es sensibilidad aumentada por la misma atención espantada que le dirigíamos.
Un molesto dolor crónico nos puede desesperar, capturar constantemente nuestra atención con su angustiado grito que nos pide quejarnos, estudiar su anomal presencia, esperarlo, evaluar su crecimiento. Y en la medida que se convierte en foco principal de interés nos regala con sus mejores galas de desagradable impertinencia.
En contraste con una ola de dolor que nos aturde, irrita y desorganiza, la actitud estoica de sobrepasarlo, de hacernos los despistados, de desoírlo para agarrarnos a pasiones vitales que se resisten a hundirse en un segundo plano, logramos con ello, más que anular su existencia, el que, al no rebelarnos, al no luchar, al aceptarlo y convivir con él sin rechistar, simplemente dejamos de percibirlo con intensidad desquiciada.
En ocasiones los padres inducen a sentir espantadamente a los niños que tienen una pequeña herida, un roce, una pequeña molestia. Por su desmedido amor y protección van raudos al cuidado, dando una importancia al dolor deducida por el niño a través de la misma diligencia y aspavientos ("A ver, a ver... huy, pobrecito!, qué herida se ha hecho... sopla sopla para que el mal se vaya..'') con el que es atendido. Esto es un ejemplo de cómo luego ese niño, de adulto, puede ser hipersensible al dolor, por el arte de magnificarlo por su exceso de pusilánime preocupación.
Las mismas manifestaciones físicas de la ansiedad pueden servistas como algo amenazante por sí mismo: la opresión en el pecho, la sensación de ahogo, un bolo en la garganta que parece impedir el paso a los alimentos, el calor, el sudor, el temblor, el vértigo.Todo el conjunto de sensaciones que produce una activación angustiosa de cierto relieve, y que en circunstancias en las que estuviéramos absortos por desentrañar un peligro externo justificado (nos asaltan, se rompe algo repentinamente, subimos a una atracción impactante de feria) ni siquiera prestaríamos mientes, en cambio, cuando nos parece que la angustia no debería aparecer o no entendemos porqué estamos angustiados, entonces parece que la física de lo que sentimos sea el único problema en el que podemos pensar.
Esas sensaciones parecen increíblemente extrañas y amenazantes, quizás anuncio de desmayo, muerte o locura. Y en la medida que su permanencia nos devora más las miramos con lupa, agrandándolas en lo posible para su estudio, para iluminar su naturaleza y su curso.
Como quiera que la misma observación aterrorizada las contiene, las aumenta y las enrarece más aún si cabe, no encontramos nada que nos permita tranquilizarnos, justificando con ello que permanezcamos impotentes, pasmados, agarrotados, esperando lo peor.
Si algo nos saca de este lamentable estado (nos llevan a un servicio de urgencias, nos entretienen o nos distraen) al estar por otra labor, salimos donde permanecíamos pegados, pero no fijados a una opresión imposible de vencer, sino paralizados por nuestro propio abandono, por nuestra sensación de imposibilidad.
Un dolor de cabeza comienza. ¿Prestamos atención a esa evidencia de malestar? ¿Deducimos que debemos tomar medidas? Puede que no, que nos parezca más importante permanecer en lo que nos está produciendo el dolor de cabeza, pensando que es poca cosa, que podemos aguantar más, hasta que nuestro error de cálculo nos demuestra que ya es tarde. En este caso nuestra actitud esta impidiendo solucionar un malestar que podría subsanarse, y el resultado final parece ser que sufrimos algo de forma totalmente pasiva e inocente, en vez de vernos parcialmente involucrados"
Fuente: de psicología online. Por Jose Luis Catalán.
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Recuerdo un consejo que decia....mas o menos. - Si te duele un diente ponte zapatos mas pequeños y te doleran mas los pies......te olvidaras del diente -
Ah, muy bueno, o para ponerte una inyección, te dan una buena palmada y ni te enteras del dolor del pinchazo. !;)!!
es muy buen e interesante =)
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